
Estas tierras perversas
Historia
"No te dejes engañar. Puede que estas piedras y este metal estén entrelazados, pero no son un todo. En estos lares, la única ley es la que no existe. Y la única justicia, los últimos ritos. Así que, caminad con cuidado, mirando a todos lados y la mano en la empuñadura, pues el brillo que sentís son los ojos entrecerrados de propósitos maliciosos hacia vuestro honor, vuestro corazón… y vuestra cabeza. Y sabed que cada paso que deis pisará sobre tierra bañada en sangre". La Costa al completo… Un páramo erigido donde solo unos pocos soñaron con sobrevivir. En la tenue luz de una era perdida, esta frontera salvaje era un lugar de descanso en el que la efímera esperanza se volvía perpetua, una tumba al final de la existencia. "Dicen que todavía se escuchan los alaridos, ecos de muerte y condena que no alcanzan a la vista. No los creas. Tan solo son los crujidos fruto del estiramiento y doblamiento de los soportes, metales antiguos quejosos en medio de una brisa celestial, el chirrido de la chatarra y de la piedra que aúlla y advierte. Estas tierras embarulladas no son seguras. Este Arrecife retorcido no es acogedor". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) "No es posible que eso sea una traducción directa". (Cayde-6)

La lengua es la condena
Historia
"Incluso aquí persisten los susurros. Livianos, pero presentes". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) Escoria caído en desgracia, abandonado a las garras de la muerte. Un pirata olvidado que había emprendido un viaje hacia la redención. Su tripulación se había desplazado a la luna en busca de éter, pero no hallaron más que muerte. Así, se vio solo. Hiraks, el menudo. Hiraks, el tímido, el débil, se había perdido en las profundidades de la Boca del Infierno. Un saqueador solitario en un abismo yermo rodeado únicamente de seres inertes. El modo en que logró sobrevivir es algo que se desconoce, una historia que solo el propio Hiraks sabe. En ese secreto reside su fuerza. El mediocre, enclenque y patético Hiraks salió de aquel infierno transformado en alguien totalmente nuevo. Todavía caído. Todavía solo. Pero cambiado por todo lo que había visto y aprendido. Su mente se había abierto, se había marchado sin rumbo a través de pesadillas que jamás habría imaginado. Algunos dicen que se pasó todo el tiempo oculto entre las sombras de aquella tierra cruel, explorando los misterios de la tumba del mundo. Otros sugieren que se quedó observando un santuario colmado de odio y encontró la verdad en los horrores indescriptibles que se susurraban desde el abismo. Lo cierto es que solo Hiraks conoce la verdad. Una verdad tan simple como desconcertante: sí. Sí, lo hizo. Escudriñó la tumba, escuchó los susurros. Era el único modo en que lo que vino después pudiera haber acontecido. Que un escoria inferior se alzara de entre la mugre hasta convertirse en un barón ya era algo bastante extraordinario en sí, pero que un caído cualquiera consiguiera abrirse paso entre los estratos del entendimiento que obstruyen el universo tal y como lo conocemos desde el Plano Ascendente era más que improbable. Era imposible. Hasta que dejó de serlo. Hiraks logró lo que pocos habían conseguido. Creó su propio mundo trono y dio comienzo a una monstruosa misión para expandir su conocimiento, derrocando a sus enemigos con las verdades más duras. Su labor continúa con desenfreno. Los niños no se atreven a pronunciar su nombre cuando cuentan historias de la Némesis Perturbadora. Paladines y corsarios ansían derramar su sangre por la masacre de Gaspra. Hiraks, el perverso. Hiraks, el ascendente. El Doblegamentes cuya mejor arma es la lengua, cuyos experimentos tratan de desenmarañar la cordura y remodelar la imaginación para que sus sujetos se conviertan en otros; herramientas de su vil mandato. Y así, las advertencias se propagan… Cuando el caído que habla la lengua de los condenados llama, haz lo posible por no escuchar, pues si sus palabras te atrapan, sucumbirás, y su antítesis te sustituirá. Entonces, al igual que aquel escoria caído enclenque y patético… tú también conocerás la oscuridad. Tú también sentirás la soledad.

De acertijos y mentiras
Historia
"La verdad es tu escudo. La verdad es tu debilidad. A la larga, todos terminamos cayendo en el engaño". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) He aquí un acertijo… "Solo la verdad es capaz de vencer a las mentiras. ¿Pero qué es verdad? ¿Y a ojos de quién?". ¿Qué hay de la Carnicera de Bamberga? ¿La Asesina de Hordas Mentales? ¿La Terminal de la Legión Gris? ¿La Elocuente del Velo Sombrío? ¿La Bandida de la Antigua Basa? ¿La Sirena Funesta del Alivio de Valian? ¿Qué hay de todas esas que son una misma, el azote responsable de tantísimas tragedias? La Bromista. La mentirosa. La elocuente Araskes, la Ocurrente. La que negoció con la Araña y a punto estuvo de costarle la vida a este. La que engañó a cientos de cazarrecompensas para su propio beneficio. Son muchas las historias sobre la destreza de Araskes con las manos, la lengua y la mente. La enemiga que ha ganado batallas en las que no había batalla alguna que librar. La que ha asesinado a más rivales de los que siquiera le han llegado a plantar cara. ¿Qué se sabe y qué no? Nadie tiene idea alguna. Y es justo así como la astuta tramposa quiere que sea. De entre todos los despreciables barones, Araskes es a la que más hay que temer, pues su arma más terrible es la supresión de la verdad. Te brindará seguridad para, acto seguido, barajar de nuevo sus cartas. Te concederá tus deseos, para luego hacer que te arrepientas. Si en estas tierras habitaran los dioses, sin duda ella sería la primera entre los demonios: enigmática, impura. Su lengua sería capaz de cortarte en dos mucho antes de que tu cuerpo llegara a caer. Si no me crees, si te descubres cuestionándote el trasfondo de su engaño, pregúntate lo siguiente: ¿La he matado? De haberlo hecho, ¿está muerta? Si la respuesta es afirmativa, entonces has caído en su trampa. Si la respuesta es… Está bien, no es necesario que lo digas. Puede que consigas sobrevivir en estas costas salvajes más que la mayoría. Aunque puede que no tanto como te gustaría.

Angustia por décuplo
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"No aguantes a nadie que inflija dolor. Ni siquiera a ti. Trata de no perder la compostura. Puesto que una vez que la imposición se tiñe de júbilo, no eres sino una bestia. ¿Y no somos acaso algo más? ¿No luchamos por ser algo mejor?". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) Reksis Vahn vivió los últimos días de la Casa de los Lobos. Lleno de un frío odio, cazó y masacró a los sirvientes hasta que no quedó ninguno y, así, la furibunda casa terminó cayendo. No obstante, la ira de Reksis Vahn no se había aplacado por completo, pues los lobos no habían sido los únicos artífices de su odio. Todos y cada uno de los caídos que se aferraban a las ceremonias políticas de las casas eran sus enemigos. Se dice que pasaba mucha hambre cuando no era más que un joven escoria. Solía observar con agonía cómo los demás se iban haciendo fuertes mientras él y sus hermanos y hermanas más cercanos se quedaban atrás. Eran indignos, patéticos, indeseados, pero Reksis siempre fue consciente. Vio la falacia que suponía venerar a los arcontes, cómo los sirvientes eran adorados sobre un pedestal de divinidad para controlar, así, a las masas. Puede que hubiera una época en la que la teología de los caídos se centrara en asuntos de mayor relevancia, pero eso se acabó. Las casas se fragmentaron y declararon la guerra entre sí. Antiguas deidades abandonadas hace tiempo por un propósito más desesperado: la supervivencia. Reksis encontró fuerzas en su creciente odio cuando más miserable era. Reksis descubrió la forma de canalizar su ira al percatarse de que el desprecio era algo común entre aquellos que se hacían llamar los desdeñados. Seres malévolos y marginados cuyo estandarte honorífico era el desdén cargado de odio. Sus nuevos hermanos y hermanas apreciaron el gran valor que residía en su hostilidad desmedida. Todos tenían su propio motivo para estar furiosos. Todos compartían cierta maldad. Pero donde otros terminaron perdiendo el juicio, Reksis mantuvo la mente despejada y decidida, pues su objetivo era la búsqueda de la agonía por medio de una muerte terrible. Y el objetivo de tal crueldad no era otro que los sirvientes que lo habían rechazado. Las propias máquinas que sustentaban a los caídos. Pensaba destrozarlas, romperlas… desgarrar sus metales hasta que sus chillidos de muerte se escucharan por toda la Costa, el Arrecife y el sistema al completo. Haría que todo aquel que no estuviera del lado de los barones repudiados sintieran la angustia que él había sentido en tantas ocasiones. Dejaría que las vidas se diluyeran ante sus ojos con absoluto deleite.

Un ojo ciego hacia el mañana
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"Aquellos que desenvainan no siempre han de hacerlo primero, pues no es la velocidad lo que mata, sino el ojo, penetrante y atento. Entonces, no sienten la muerte. La ven. La conocen. Y se manifestará nada más apretar el gatillo". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) Pirrha, el Fantasma. Pirrha, el Ciego. El barón caído con el ojo que todo lo ve y precisión impecable. Los insomnes creen que él encarna a la leyenda del Fantasma del Cañón del Infierno, pues creen que fue Pirrha y solo Pirrha por sí mismo quien poseyó las sinuosas profundidades del lugar, acabó con los intrusos y aplacó a los grupos de asalto de corsarios mientras sus aliados barones planeaban su violento reino en las galerías laberínticas cercanas al centro del cañón. Pasó desapercibido durante el levantamiento de los lobos, pero muchos le atribuyen el mérito de asesinar a la guardia de palacio de la reina. Nadie puede constatarlo, pero todos murieron de un solo disparo limpio, preciso y letal. Pero ¿cómo es posible que un pirata ciego, rechazado y despreciado por su casa, se convierta en el tirador más letal a este costado de Marte? Es ahí donde reside el verdadero poder de los barones. Son demonios merecedores de todo odio, pero juntos son mucho más que eso. No son simples demonios, son el mismísimo infierno: manifiesto, irritado y agresivo. Los rumores y leyendas se entremezclan al hablar de la pericia de la Maquinista, el ojo cibernético del Fusilero y el vínculo entre su visión y los sistemas de rastreo de su fusil. Donde apunta, acierta. Y cuando acierta, mata. Hay pruebas que demuestran que los caídos se han adaptado a las tecnologías. Al unir sus entes físicos a máquinas esclavizadas se transforman en otros -se transforman en algo mayor-. El mercenario Taniks es un claro ejemplo, actualmente más máquina que caído, una abominación a ojos de los caídos más tradicionales. Los simbiontes y su aumento por la SIVA, un experimento perverso perpetrado por la poderosa mano de los héroes de Hierro. ¿En qué se diferencia Pirrha? Los barones, Taniks y los simbiontes suponen un peligro, todos ellos impulsados por su propia ambición. Es más probable que libren una guerra entre sí antes de llegar a apreciar sus puntos en común. Aun así, ¿no son similares? ¿No son sino la prueba de que hay algo superior que se abre camino a través de la funesta cultura de los caídos? ¿No son la señal de advertencia de una nueva y terrible evolución? Solo podemos preguntarnos -y esperar- que esas horribles amalgamas de vida y tecnología sean simples casos aislados y no la promesa de lo que está por venir.

La carrera del Valle Fragmentado
Historia
"Son muchos los que se pierden en la corriente y el reflujo caprichosos de la Costa. La masa vacilante da y quita, tira y rasga. Nunca se sabe lo que se puede encontrar en la superficie bajo la marea, así que camina con cuidado, pues los demás peligros pueden distraerte. La muerte merodea, vaga, pero presente. A la espera de aferrarse a algo. A la espera de apresar a quien ose recorrer estas tierras enredadas". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) El Valle Fragmentado es duro y alargado, y en nada se asemeja a un valle. Al menos, no a su definición tradicional. Su vacía extensión se prolonga entre una serie de asteroides encadenados en los lejanos lindes occidentales de la Costa. Lo llaman "valle" para darle un toque poético, pero lo cierto es que se trata del espacio caótico resultante entre enormes rocas que se fragmentan y destrozan entre sí en una violenta danza. Las distancias existentes entre masa y masa menguan y fluyen sin previo aviso en un reposicionamiento letal y constante del entorno. Ese incesante vacío es el Valle. Solo los dementes y desesperados se atreverían a recorrerlo de lado a lado. Con una única excepción… Yaviks. La Amazona. El motivo por el que se decidió a recorrerlo cambia según quién lo cuenta. Uno percibe que no ha perdido el juicio ni está desesperada cuando vislumbra su destreza con la barracuda y su fijación asesina. El recorrido en sí es una leyenda de magnitudes comparables a las de cualquier guardián, salvo por el hecho de que Yaviks es una bestia perversa que estaría mejor muerta. La historia dice así… Estaba huyendo con éter o escapando con tecnología de la Edad de Oro perdida. Algunos dicen que con ciencia de Clovis Bray, otros afirman que con conductores de un Estratega olvidado o puede que hiciera caer a un guardián y estuviera huyendo a toda prisa de una escuadra dispuesta a vengarse, algo muy común por estos lares. ¿O quizá fuera orgullo? ¿Puede que un capitán, un kell o un arconte quisieran poner a prueba su destreza al volante? ¿O Fikrul? A fin de cuentas, su relación había sido… complicada. Nada de eso importa, al menos, no a mí. Todas las versiones del comienzo de la historia son igual de interesantes. ¿Pero y la carrera en sí? ¿Su recorrido por las rechinantes fauces de la muerte? Casi todos los guardianes que han oído la historia se niegan a creerla. No quieren atribuirle ningún mérito a alguien tan infame, a la baronesa de los repudiados. Aquella que tiene las manos manchadas de sangre, un botín a remolque y los motores a toda velocidad, aunque se lo merezca. ¿No me crees? Pregúntale a Marcus Ren. No estuvo presente aquel día, pero escuchó el mito y no podía creerlo, de modo que optó por realizar la travesía. Cuatro intentos. Ninguno con éxito. Una resurrección. Cuatro colibríes siniestrados. Marcus Ren, el campeón de las carreras de colibríes y héroe de los amantes de la velocidad y fanáticos de las carreras de toda la Ciudad no fue capaz de recorrer el Valle. "Demasiado aleatorio", dijo él. "Demasiado caótico. Es imposible prever el movimiento de las rocas cada minuto. Imposible predecir las curvas". No obstante, volvió a intentarlo, y en la quinta ocasión logró completarlo al límite de colisionar. Lo logró. Hizo posible lo imposible, aunque se negó a admitir que Yaviks pudiera haber logrado la misma proeza. Poco importaba. Que Ren hubiera logrado salir vivo demostraba que era factible y, de serlo, ¿por qué no podría haberlo logrado Yaviks? No es que a Yaviks buscara el reconocimiento. El tuyo. El de Ren. El de ningún guardián. El de ningún caído. El de nadie. Tan solo esperaba el reconocimiento de sus hermanos barones, nadie más.

Verdad ingeniosa
Historia
"Ahí fuera, aquellos que confeccionan su propio destino son capaces de vislumbrar el futuro, mientras que aquellos esclavos de la fe, pocas veces superan el presente". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) Si no has oído hablar de la Maquinista, has de saber que muchos otros sí lo han hecho. Pese a que puede que sus crímenes no se considerados deshonrosos para los habitantes de la Ciudad, el Arrecife y sus insomnes conocen de sobra su longevo reino de terror. Elykris, la Bandida, así la llaman. Elykris, el Azote. La Maquinista repudiada, la ingeniosa capitana de una tripulación que no se debe a ninguna casa. Pero si estos nombres no te resultan familiares, sin duda, los habrá de tu confianza que hayan sufrido el dolor de su vil campaña. Pregúntale al Arac sobre las gestas de la Maquinista. Pregúntale sobre el asedio del Arran. Una nave secuestrada cuya mercancía fue robada y cuyos protectores guardianes fueron derribados o capturados a manos de la repudiada. Pregúntale a tu Vanguardia sobre el Descenso de Solis, donde muchos guardianes cayeron y la armería fue saqueada en su totalidad. La insignificante escoria que desafió las leyes por haber sido rechazada. La insignificante escoria que encontró su verdadera fuerza estableciendo un inquietante vínculo con los renegados. Se hizo fuerte como marginada, a la par que cruel. Encontró su meta con el consejo de una especie de predicador y una tripulación nueva y más resuelta. Ahora, entonces… las preguntas has de hacértelas tú… ¿Has oído las proezas de la baronesa?, ¿has oído los crímenes de la Maquinista?, ¿podrías haber cambiado el camino desde allí hasta aquí?, ¿desde ayer hasta hoy? O mejor aún… tu Vanguardia, tus facciones, tus amigos y tus aliados, dime, ¿qué te han ocultado? Si no te han hablado de los barones repudiados, si no te han enviado ningún aviso, ¿puede que fuera porque no son capaces de apreciar la magnitud del peligro? ¿Puede que estuvieran demasiado distraídos con guerras internas y sus intereses personales como para ofrecerte el consejo que necesitabas para ver la Costa como la amenaza que siempre ha supuesto? ¿Consejos que bien podrían haber salvado incontables vidas? ¿O, al menos, una en concreto…?

Una evolución de la fe
Historia
"Encuentra tu honor, pero no en tu papel, ni en las palabras ni obsequios de aquellos que buscan el control, sino en tu propio ser, en tus acciones, en tus proezas, en tu alma. Mirar a cualquier otro lado es un engaño". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) Fikrul era un arconte. Pero cayó, derrotado, aislado y desterrado por herejía frente a la fe elixni. Debió haber muerto solo y privado del preciado éter. Pero no lo hizo, al contrario, encontró a gente de su calaña y juntos formaron los siete repudiados. Con ellos encontró metas y poder. Y a medida que iban evolucionando, también encontró creyentes y nuevas verdades. Su destierro no fue una penitencia, sino una recompensa, por sus convicciones, por su valentía. Fikrul, el fanático trastornado. Fikrul, el arconte herético que se enfrentó a la fe que antaño llegó a profesar. Repudiado y olvidado, pero solo durante un tiempo. Fikrul era un escoria. Antes de su destierro, antes de la clarividencia de sus metas, Fikrul era un célebre líder que llevaba la fe de los caídos por bandera y un salvador para aquellos que rendían pleitesía a sus enseñanzas. Los arcontes llevaban tiempo con buena consideración en la sociedad de los caídos, pero su relevancia creció y su rol cambió con presteza. Conforme la desesperación empezó a arraigarse y los últimos caídos corrían entre las estrellas en busca de salvación, su dependencia de las máquinas pasó a ser de vital importancia: armas para luchar, naves para volar, sirvientes para sobrevivir. La necesidad se convirtió en adoración. La adoración se convirtió en fe. Y, los arcontes, aquellos que supervisaban el cuidado y consagración de los sirvientes, estaban considerados como proveedores de esperanza mediante sus palabras, enseñanzas e interpretaciones de los requisitos, necesidades y deseos de las máquinas. No obstante, Fikrul vislumbró otro camino, un camino que los simbiontes, pervertidores de la tecnología, terminarían siguiendo y desfigurando en las Tierras Pestíferas del planeta mientras él y los suyos seguían explorando sus propias y oscuras interpretaciones de la fe. Fikrul es un fanático, repudiado y abandonado. Fikrul representa aquellos que luchan por recuperar la fuerza y la fe en sí mismos. Es un superviviente. Es el sacerdote paria de los planos fracturados, y su sermón implica muerte y toda la gloria que esta conlleva. A ojos de Fikrul, y de todos los marginados que defendían su filosofía, las máquinas no eran seres superiores. No eran dioses. Eran herramientas. Instrumentos que dominar, controlar y manipular al servicio de la soberbia de los elixni. Nadie debía arrastrarse en busca de éter. Nadie debía destinar su honor al capricho de deidades fabricadas. Pero la evolución de la fe de Fikrul no terminó ahí. Si las máquinas, los mismos seres que habían controlado su existencia al detalle, eran simples herramientas, ¿por qué no lo era la vida? ¡¿Por qué no lo era la muerte?! Hay cientos de historias que narran la época entre la caída y el resurgimiento de Fikrul como líder espiritual de los barones repudiados, su lucha por recobrar la fuerza como escoria maltrecho, sus viajes a lo largo y ancho del sistema para poner a prueba su fe, su alianza con otros marginados repudiados y el enlace final con su "padre". Sin embargo, lo único que importa a la hora de hacer frente a los peligros de Fikrul es que se trata de una criatura de fe, y su fe es la antítesis de todo lo que pertenece a la Luz, una fe que conformó un ejército, un ejército que bautizaba a todo aquel que desafiaba su meta en un inconmensurable océano de muerte. Nunca se detendrán. Nunca se rendirán. Pues su verdad es que están en lo cierto y todo lo que los demás creen es erróneo.

Un camino de repudiados
Historia
"Sobrevivir es mucho más sencillo cuando los enemigos están muertos". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) Elykris, la Maquinista, fue quien comenzó a almacenar sirvientes. Y Reksis, el Ahorcado, quien se encargó de asesinarlos uno tras otro. Dos aliados movidos por fuerzas opuestas, uno por la ciencia y la eliminación de la fe, otro por la ira y su implacable fuerza destructora. Hacía mucho que la tensión entre ambos estaba latente, pues Reksis ya había pasado por el taller de la Maquinista en más de una ocasión para imponer sus opiniones en relación con los sirvientes que estaban encarcelados allí. Fikrul, el Fanático, su líder espiritual y otrora sacerdote arconte, observaba paciente mientras la rivalidad iba en aumento. Pudo apreciar el poder en su ira. Pudo apreciar fuego y furia, pero también más, un nuevo camino por donde avanzar. Uno que podría servir para unir deseos y llevarlos más lejos, una unión más poderosa que sus luchas individuales. Fikrul esperó, dejó pasar el tiempo conforme las tensiones aumentaban y amenazaban con escindir las lealtades de los barones. La noche en la que Elykris ya no pudo más, al sorprender al Ahorcado listo para asesinar al último grupo de sirvientes inferiores capturados, fue cuando Fikrul decidió intervenir. Fikrul se dirigió a Elykris y dijo "tráeme a un sirviente". Mientras Reksis refunfuñaba expectante, ella dudó, pero Fikrul fue paciente. "¿Dónde ha quedado tu confianza?". Elykris liberó a un sirviente de su cautiverio. Fikrul se acercó al sirviente y lo trasladó hasta Elykris. "Has reunido muchos, Maquinista. Cientos de ellos. Puede que más. Nuestro propio suministro, nuestra fuerza vital alimentada a base de máquinas esclavizadas". Elykris asintió mirando al sirviente conforme este se acercaba ligeramente a los brazos abiertos del arconte, que acogía al otrora venerado orbe como si de un niño se tratara. Los demás barones empezaron a vociferar un cántico rítmico de guerra. "El tremendo valor de vuestro trabajo… no basta para alimentarnos". Fikrul abrazó al sirviente. Había ternura en el apretón. Había melancolía. "También tenemos que hacer que nuestros enemigos pasen hambre, al igual que vosotros pasasteis hambre". En medio de la confusión, los brazos inferiores de Fikrul desenfundaron dos fusiles de postas chispeantes y refinados. "Al igual que todos nosotros". El sirviente, todavía sujeto por las garras de los poderosos brazos superiores del arconte, empezó a emitir un estridente y desgraciado chillido digital, una mezcla entre dolor y confusión conforme las hojas le atravesaban la cubierta externa y se hundían en las profundidades de sus sistemas centrales. El éter siseó y se esparció. Fikrul soltó la cubierta acallada de la máquina, que cayó con un inerte sonido metálico en el suelo. Entonces, se giró hacia Elykris. "¿Lo ves?". Elykris sonrió. Siempre había sido la más brillante de todos, aunque su enfoque podía perder claridad cuando enloquecía. Los barones habían sido un gran incordio durante mucho tiempo para los insomnes y los caídos del Arrecife, pero el incordio se limitaba a tácticas de acoso esporádico. Lo que Fikrul había hecho era un método nuevo. Fikrul se aproximó a Reksis. "¿Lo ves?". La respuesta fue un rugido salvaje: "¡Mátalos a todos!". Fikrul se rio. "No a todos, Ahorcado. Tan solo a los que no necesitemos". Los barones lo vitorearon conforme proseguía, "Todo sirviente, cualquiera, ligado a una casa es ahora objetivo nuestro hasta que no quede ninguno salvo aquellos de los que nos alimentamos".

La bendición de la locura
Historia
"La balada que entonan las piedras al chirriar es tan atrayente como el canto de sirenas afligidas. Es estridente e inconsistente. Su melodía es un aviso, pero pese a todo, llegarán… Aventureros, cazarrecompensas, bribones e indeseables. Aquí encuentran sus metas, o se ocultan de mundos lejanos. Esas distantes tierras amables y correctas que los "héroes" se empeñan en restaurar. Aquí no hay nada que restaurar. La Costa es cada vez más salvaje y así ha de permanecer… Que perdure la tierra fracturada en la que reside la demencia y reina la violencia". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange) La pregunta que nadie hace: ¿ha estado siempre loco el Bombardero o es algo que se desencadenó a posteriori? ¿La demencia ha sido su bendición o su maldición? ¿Fue su lucha por sobrevivir fuera de los esquemas y el ritual del sistema de las casas lo que terminó perturbándole la mente?, ¿las cosas que vio?, ¿que hizo? La Costa exige mucho a aquellos que la llaman hogar. La mayoría no encuentran más que la perdición en estas feroces tierras de implacable voluntad; o bien a manos de los curtidos personajes que acechan esta zona fracturada: bandidos, asesinos, caníbales, patrullas de insomnes, "héroes" guardianes… Hay miles de formas de morir en el abrupto ecosistema de la Costa Enredada. Desafiar a las probabilidades es toda una proeza. Y hacerlo sin perder la cordura es todavía más complejo. Aun así, ¿no es posible que el Bombardero aunara estas características todo este tiempo?: locura, demencia, ansias de destrucción, deseos de que el caos y la muerte lo acompañaran. La siembra de los campos de germinación, el bombardeo de las bibliotecas originarias… Los trabajos de Kaniks siempre han estado relacionados con numerosas tragedias, tanto como enemigo renegado del Arrecife como en complot con sus hermanas y hermanos repudiados, con los que se hizo fuerte y encontró metas que antes no tenía. Estos elementos para examinar el origen de la demencia sirven para abordar una preocupación muy extendida. Busca las bibliotecas de los insomnes. Habla con los criptarcas que tengan información sobre el Arrecife… la Costa. Examina los registros de las acciones del Bombardero. Siente el dolor de los que han sufrido su fuego devastador. Recuerda los Campos. Llora las pérdidas inimaginables cuando las bibliotecas cayeron. Consuélate a sabiendas de que la siniestra criatura ha perecido a manos de los guardianes. Pero ten presente que el orgullo de la victoria es efímero, pues la verdad que trato de contar aún está por revelarse, y no es otra que… el Bombardero Loco está muerto… Kaniks ya no está entre nosotros. No obstante, la Costa sigue siendo indómita. Pese a los audaces esfuerzos. Pese a tu increíble fortaleza. Y si la Costa se mantiene indómita, siempre vacilante, perpetuamente funesta… ¿entonces a quién más hará perder el juicio? Primero los aciagos supervivientes de la legendaria Edad de Oro, luego los insomnes extraviados, los caídos rechazados… y puede que, a continuación, los guerreros de la Luz… guardianes. Después de todo, seguro que vendrán más, y con ellos, por mucha honestidad de que presumas, las probabilidades siempre terminan cayendo en favor de la Costa, del lado de la demencia. Y de no sucederle a otra persona, joven… ¿por qué no ibas a ser tú?

Aquí no hay héroes
Historia
Cada palmo de tierra que rodea los muros de la Ciudad es peligroso, la seguridad no está garantizada. Sin embargo, de entre todos los lugares de este sistema funesto y moribundo, no lo hay más peligroso que la Costa Enredada. No es un simple trozo del espacio indómito. Es mucho peor. Hablamos de un territorio sin ley, donde los peores individuos vienen en busca de fortuna, a hacer negocios o para huir de sus pecados. Nadie que haya caminado sobre las piedras fracturadas de la Costa ha logrado volver ileso. Aquí fuera has de romper las reglas para sobrevivir. ¿Que qué hay de la ética? Será mejor que la dejes a un lado porque, de hacer lo correcto, terminarás pagando con la vida. A menos que seas lo bastante fuerte como para hacerlo por las malas. Así que, ve con la cabeza bien alta, los lugareños identifican a los sumisos. Mantente firme, recular solo te servirá para que te pisoteen. No vaciles, cada fallo puede ser el último. Si no te crees capaz, vuelve a casa. A fin de cuentas, la Costa no es lugar para héroes.

La soledad y la muerte
Historia
"Aquí fuera, los más solitarios caen en compañía de aquellos ligados a la necesidad más básica: la supervivencia. Encuentra esta verdad. Si no está en tu corazón, búscala en tu mente. Si no está en tu mente, entonces búscala en tu alma, pues no es sino el lugar más profundo que conecta con las verdades más terrenales. Si quieres vivir mañana, has de luchar hoy. Interiorízalo. Compréndelo. Vive con ello. Encuentra a supervivientes similares a los que puedas considerar de los tuyos. Solo entonces tendrás la supervivencia al alcance, pues recorrer la Costa a solas, es una invitación a la muerte". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange)

La triste historia de Eldred Rush
Historia
"Te hablaré de Pavel Rush. Él no vino aquí en busca de problemas. Tampoco ha perdido el juicio. Sabía que aquí se encontraría con problemas. Simplemente, no le importaba. O no podía importarle, según decían". "Pavel era un buscador de oro, pero no del material, rastreaba estos lugares en busca de recuerdos que él consideraba oro". Tenía una misión personal y muy pura: encontrar la roca sobre la que cayó su gente. Los hay que dicen que fue el primer guardián en adentrarse tanto. No es así. No obstante, encaja con su relato y ensalza su leyenda. "Pavel, el solitario, caminaba por estas tierras entrelazadas ciclo tras ciclo, evitando el conflicto siempre que podía, pero siempre respondiendo cuando lo interrumpían. Era un hombre amable, pero violento si lo irritaban. Llegó a encontrar el lugar en el que los ancestrales supervivientes de un derrumbe se arremolinaron hasta perecer. Allí, en el lugar donde había perdido tanto, en una vida pasada muy lejos de su alcance, Pavel enterró los cadáveres que ya no recordaba, pero seguía sintiendo muy dentro. Nunca volví a ver a Pavel de nuevo. Nadie lo hizo". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange)

No basta solo con disparar
Historia
"Hay que tener en cuenta muchas cosas en un enfrentamiento con armas de fuego. La mayoría solo se preocupa de mantener la mirada fiera y los nervios de acero, y son importantes, por supuesto, pero los mejores pistoleros valoran mucho más". "La luz del cielo o la falta de esta. La temperatura y la brisa: ¿hace frío, calor, en qué dirección sopla el viento, con qué fuerza? Y aún más: la superficie que pisan. ¿Es sólida o blanda? ¿Se mueve o resbala? Todos los elementos esenciales a la hora de la verdad". "El deterioro de la cartuchera, la sensación de la empuñadura. Pero lo más importante, lo que dirían los mejores tiradores: nunca luches con armas desconocidas a menos que la situación sea inevitable o en los momentos en que hay que hacer gala del honor". (Extracto de la versión traducida de "Escritos y observaciones de la Costa Enredada: un texto de los caídos" de C.C. LaGrange)