
Soñar
Historia
Eres el primero en soñar. En el sueño, das forma con las manos a una arena gruesa. Alzas un puñado y sientes como si se movieran las montañas. Arrastras la yema de un dedo por la tierra para dibujar una línea sinuosa y oyes el rugido del agua en movimiento. Respiras y notas una ráfaga de viento limpio y radiante en el pelo. De repente, estás lejos, muy muy arriba, en el aire, más alto de lo que nunca has estado. Has subido a la cima de los rascacielos más altos de Liberación, pero esto está mucho más alto y ves el mundo a tus pies, con extrema fidelidad. Es un precioso mundo verde, mucho más verde que cualquier otro lugar que hayas visto antes. Parece tu hogar. --- Soy la primera en soñar. Los sueños pueden darse en cualquier momento. Un velo me cubre los ojos y veo imágenes extrañas que se mueven. Soy otra persona, o soy yo misma, reinventada. No lo sabría decir. En los sueños, doy forma a planetas con mis propias manos. Al principio, pienso que estoy loca. Los médicos de BrayWell lo llaman "psicosis de desajuste por reubicación interplanetaria", un psicopalabro genérico para englobar todos los trastornos mentales que no saben explicar. Otras personas, en busca de certezas, lo llaman "profecía". Pero lo único que yo puedo ofrecer es una conexión imprecisa y enredada que desenmaraño con esmero cuando sueño. || Me atrae una estrella brillante y atenta. Le hablo mediante movimientos, mediante sentimientos. Y ella me entiende de forma tácita. || Ahora estoy ante una multitud. Su murmullo es el retumbar sobrecogedor de las placas tectónicas en movimiento. Detrás de mí, una pantalla reproduce en bucle imágenes borrosas del Viajero terraformando Venus. Las imágenes emiten una luz pálida. Hemos visto esta película muchas veces. || Me deslizo por el espacio como a través del agua, nueve impulsos tiran de mí en nueve direcciones. || Frente a la multitud me balanceo un poco, como un bosquecillo de árboles meciéndose al viento de los sueños. No puedo evitarlo, casi siempre estoy soñando. || Surgen susurros desde la oscuridad profunda, seductores y aterradores, un recordatorio de las cosas que quedan atrás, agridulces y abominables. || Un crepitar de estática en la pantalla que tengo detrás me devuelve a la tierra, reasentando mis pies en el suelo. Estas personas han venido aquí por mis ideas. Me inclino hacia adelante y me dirijo a la multitud. Cuatro principios de una verdad dolorosa: El Viajero es una fuerza benevolente. El Viajero es un ser inteligente que tiene libre albedrío, sueños, esperanzas y miedos. El Viajero nos salvará. El Viajero nos dejará.

Cortar
Historia
Lo percibes antes de que suceda. Ya ha sucedido antes. Notas en los huesos que este ser te ha perseguido por todo el universo, como un terror imperturbable que se afana por destruir. Te destruirá a ti. Nos destruirá a todos. Primero viene la asfixia; luego, el dolor. El dolor no está localizado en ninguna parte, sino todo tu ser y va más allá de ti. Quieres huir, pero las fuerzas opuestas e iguales te empujan en todas las direcciones y te mantienen completamente inmóvil. Esta vez es ineludible. Vas perdiendo todo lo que eras. Sangras plata en el aire, como si este fuera agua, y observas cómo tu sangre plateada se aleja flotando de tu cuerpo. Vacío, vacío, vacío. --- Soy el Orador que presencia el fin del mundo. Y, en medio de todo, me veo abrumado por un torrente de imágenes nítidas y estáticas, a veces tan rápidas y constantes que no puedo ver ni oír. El Viajero balbucea y me cuenta todo y nada a la vez, en pesadillas rápidas y vívidas, estereoscópicas. Soy yo mismo y otro a la vez. Y || estoy atrapado en una telaraña de seda negra, congelado en el silencio aletargador del espacio, || no tengo respuestas. La caída no es rápida. Ocurre durante semanas y meses: desastres catastróficos, naturales y antinaturales, que arrasan las colonias humanas en todos los planetas || que he creado, que he moldeado; mi trabajo, arrasado ||. Terremotos. Maremotos. Erupciones solares. Ciclones, hundimientos de tierra, lagos explosivos, incendios forestales. Plagas desconocidas e incurables arrasan poblaciones en horas. El agua se vuelve negra con ponzoñas desconocidas || que me meten por la garganta ||. El suelo se abre y engulle ciudades enteras || y estoy enfermo, enfermo, enfermo ||. Esto ya ha sucedido antes. Había visto en sueños las ciudades que cayeron, ciudades extrañas, arrancadas por un viento tan feroz que arrasó un mundo entero, || y no por mi culpa ||. Pero esto es diferente. El Viajero no nos ha dejado. Algo nuevo || a medio camino entre el recuerdo, el deseo y el olvido, esta falsa hermana || ha llegado. Yo || no quiero abandonaros || me dedico a observar videotransmisiones mientras la gente trata de escapar de los planetas exteriores. Las naves del Éxodo arden || como yo arderé || con miles y miles de almas a bordo. Nos reunimos en grupos, asustados, acurrucados, || atrapados, arrinconados y condenados || en los puestos de socorro, esperando, contra toda esperanza. Intento ayudar en las tareas de socorro, pero mis pensamientos || huye || se vuelven cada vez más dispersos. No puedo || huye || mantener mi propia mente separada || huye || de la del || huye, huye, HUYE || Viajero. Entonces, de repente, silencio. Y es el silencio lo que me destroza de verdad.

Despertar
Historia
Soy el primer Orador que ve un Espectro. Por lo que contamos, tras el Colapso, el Viajero se partió a sí mismo en mil pedacitos y los envió al mundo. Estos trocitos se sienten atraídos como polillas hacia mí y hacia otros como yo. La primera vez que los vi pensé que eran drones de vigilancia, pero de cerca no se parecen en nada a esa antigua tecnología en realidad. La forma en que se mueven parece orgánica y natural. Giran sus carcasas como si estuvieran erizando sus plumas y las lucecitas frontales parpadean como si fueran ojos. "Somos Espectros", me dijo uno de ellos una vez, flotando sobre mi hombro mientras yo vigilaba la hoguera para cocinar. "¿Por qué?", le pregunté, cordial, como quien no quiere la cosa. Todos son diferentes, estos Espectros. Muchos de ellos son como niños, curiosos y simpáticos. Y otros están cansados del mundo desde el momento en que nacen. El Espectro hizo girar sus pétalos plateados mientras lo consideraba. "Porque estamos buscando, supongo". Esa respuesta me vale. Yo también busco. Dejo que los pequeños Espectros me sigan y hablamos de cómo era el Viajero antes del Colapso. A ellos les gusta escucharlo, y a mí me gusta recordarlo. En lo más profundo de su núcleo, ellos también recuerdan, creo. Recuerdan un momento en que todos eran uno solo. Aun así, les gusta preguntarme qué me dijo el Viajero, y les cuento todos los sueños que aún alcanzo a recordar. No he soñado desde el Colapso, y esto es casi casi como volver a soñar. Hoy, al anochecer, una Espectro tímida y callada que se ha quedado a mi lado me pregunta si la seguiré hasta el valle. Aunque debería negarme, parece ilusionada. Y siento curiosidad. Viajamos durante varias horas. La tierra aquí se está recuperando, no solo del Colapso, sino de la época anterior a este. Los recursos para nuestra colonia son escasos, pero la naturaleza está volviendo y ahora es cruel. Ha estado muriéndose de hambre y confusa durante décadas, fuera de su orden natural, y ahora sufrimos las consecuencias. Los lobos nos roban el ganado. Los osos sarnosos deambulan por el complejo a las tantas de la noche y llaman a nuestras puertas a zarpazos. La tierra está tan cargada del recuerdo del veneno que no dará cosechas. Nos protegemos de este mundo convaleciente lo mejor que podemos y rara vez salimos de noche, pero me siento atraído por una curiosidad que me sobrepasa. La Espectro me lleva hasta un granero que tiene el techo hundido. Me pide que espere, escondido, y me dice: "Creo que la asustarás". No entiendo muy bien a qué se refiere. Me agacho y observo mientras ella se cierne sobre los antiguos restos de una persona, apenas reconocible como algo que una vez estuvo vivo. La Espectro flota nerviosa sobre el cuerpo y luego lo escanea con una luz pálida. Frente a mis ojos, la carne crece sobre esos huesos viejos y esos trapos andrajosos se unen. La persona, una mujer, jadea y se incorpora. No me lo puedo creer. La Espectro se acerca a su nueva compañera y le dice algo tranquilizador para reconfortarla. No alcanzo a oírlo. Me siento asombrado... luego celoso... y luego avergonzado.

Añorar
Historia
Soy la primera Oradora a la que hacen prisionera. La mayor sorpresa no es que me capturen, sino que lo haga un escoria. Al final, cuando me arrastran, atada como un fardo, hasta una cueva húmeda a kilómetros de mi colonia, son tres escorias. Busco un kell o un sacerdote, alguien que esté al mando, pero estamos solos. No hay barracudas ni tanques de éter ni estandartes ni sirvientes. Me siento en una roca y miro a mis captores, más perpleja que asustada. La vergüenza de que me haya capturado algo tan pequeño y joven en aspecto, cuando durante tanto tiempo hemos logrado defender nuestro asentamiento de sus enormes capitanes, es una lección de humildad. El escoria que me ha capturado juguetea con una máscara. Uno de sus compañeros observa, mientras el otro me apunta con una lanza de arco. Parecen inseguros, nerviosos. Es probable que no fuera esto lo que se suponía que debían hacer. Espero con paciencia a que el escoria se coloque la máscara en la cara. "Tú", me dice con una voz crepitante y distorsionada. Estoy anonadada. Se las han ingeniado para fabricar un traductor. "Eres la boca de la Gran Máquina". Ha habido negociaciones con los caídos desde que llegaron a la Tierra. Nunca han tenido éxito y casi siempre han tenido funestas consecuencias, pero han tenido lugar. Así que soy consciente de que algunos alzados conocen su idioma alienígena y de que algunos caídos de nivel alto conocen el nuestro. Sin embargo, que lo haga un escoria... es una sorpresa. Otra. Y... lo de "boca de la Gran Máquina"... Mm. "Lo era", digo con cuidado. El escoria entrecierra los cuatro ojos mientras su tecnología interpreta mis palabras. Si comprende la diferencia entre "soy" y "era", no lo demuestra. En cambio, asiente con la cabeza. "Nos dirás las palabras de la Gran Máquina". En realidad, no suena como una orden. Me pregunto si, con una tecnología de traducción más avanzada, habría dicho "por favor". No digo nada. Si les dejo entrever lo que no puedo hacer, lo que no sé, es probable que me maten. Los otros dos escoria rodean a su compañero y lo observan con ansia. De vez en cuando, me miran. El que sostiene la lanza ha aflojado la mano y la lanza se inclina hacia abajo, apuntando al suelo. Para mi sorpresa, los caídos muestran unos rostros muy expresivos. Lo que capto de ellos no es agresividad ni odio, sino expectación y temor. El escoria que lleva la máscara asiente de nuevo, sin dejarse desanimar por mi silencio. Esta vez, cuando habla, detecto esperanza, incluso a través de la máscara. "¿Por qué nos dejó la Gran Máquina?". Le devuelvo la mirada. Cualquier miedo que tuviera se disipa. En cambio, lo que siento es pena, en parte olvidada en mitad del caos de intentar sobrevivir, y una profunda y persistente afinidad por los enemigos que nos han perseguido. Mi voz transmite cierta tranquilidad cuando por fin hablo. "No lo sé". Los otros dos escoria miran a su amigo, expectantes. Su expresión se crispa, confusa y después decepcionada. También hay ira en ella, pero está eclipsada por algo más: un pesar que me es muy familiar. Permanecemos sentados en silencio durante mucho tiempo.

Cantar
Historia
Soy la primera Oradora que nunca sueña. Al menos, creo que es así. En los días posteriores al Colapso, todos los Oradores que sobrevivieron se dispersaron a los cuatro vientos y viajaron con grupos de refugiados por el yermo en ruinas en el que se había convertido la Tierra. Aparte del hombre que me enseñó, nunca he conocido a otro Orador en la vida. Por lo que a mí respecta, soy la última que queda viva. Antes del Colapso, elegían a los Oradores por su capacidad para escuchar al Viajero mediante sueños detallados y lúcidos. Ahora que los sueños han parado, hay otros signos. Los Espectros nos siguen. Cuando soñamos, vemos una luz blanca, extraña y cegadora. Somos propensos a los dolores de cabeza. Mi mentor no podía enseñarme a interpretar los sueños, así que me enseñó mediante hipótesis. Yo tenía que imaginar cómo serían los sueños, tenía que especular por qué el Viajero podría volver a nosotros y cuándo. Como todos los Oradores, memoricé los cuatro principios: el Viajero es bueno, el Viajero es un ser inteligente, el Viajero nos salvará y el Viajero nos dejará. A veces me preocupa que el Viajero ya nos haya dejado. Mi mentor murió de una enfermedad degenerativa hace dos años, y he intentado dar la talla como su sustituta. Pero él era un recuerdo viviente de cuando el Viajero estaba despierto, y yo solo tengo sus recuerdos, de segunda mano y entendidos de manera imperfecta. No sé dar respuestas. No sé hacer que el Viajero hable. O, al menos, no sabía. Durante semanas, he trabajado en secreto en un proyecto, reuniendo chatarra y trastos viejos y rotos, desechos de una época anterior. La he montado como he podido, la he apañado con una mezcla de tecnología extraña, comprendida a medias, y he tratado de calibrarla según mis necesidades. Hace mucho tiempo, mucho antes del Colapso, los astrofísicos grabaron sonidos de los planetas del sistema solar y los convirtieron en música. Convirtieron ondas de plasma y emisiones de radio en inquietantes ruidos musicales, rugidos, siseos y silbidos. El Viajero también emite sonidos. Los Oradores han escuchado su música durante muchos años, en forma de sueños. Con cuidado, con mucho amor, construyo una máscara. Un amplificador. Nadie lo sabe excepto yo. No voy a hacerme ilusiones, pese a que las mías están por las nubes mientras le doy los últimos retoques. No es bonita, como lo era nuestra tecnología anterior. Está rayada, doblada y oxidada, como todo lo que tenemos ahora. Pero, si estoy en lo cierto, si puedo conseguirlo, hará cosas hermosas. No puedo soportar el fracaso. He fallado en todo lo demás hasta ahora. Cuando termino, me pongo la máscara. Siento las piezas sin lijar ásperas y afiladas contra mi rostro, pero sueño por primera vez en la vida. || He gritado en silencio durante tanto tiempo que mi voz es ronca. ||

Construir
Historia
Eres la última estrella que queda. En sueños, te ves suspendido en una Luz brillante pero intermitente, observando un mundo medio destruido. Ves miles de trozos de ti en ese mundo, abriéndose paso con dificultad como niños, vagando por ruinas laberínticas que no comprenden. Por un momento, sientes en tu cuerpo todo lo que ellos sienten. La euforia del éxito, el dolor del fracaso, la vela extinguida de la muerte, el jadeo del renacimiento. Lo sientes todo a la vez. --- Soy el último Orador. Soy hijo de dos exiliados y vivo en un asentamiento, a la sombra de una montaña imponente. Somos unos trescientos y llevamos viviendo aquí casi siete años. Cuando llegamos, estábamos bajo la jurisdicción de un señor de la guerra que se llamaba Cathal. Nos ofrecía protección por un precio muy alto: requisaba un tercio de nuestras provisiones y reclutaba a casi la mitad de nuestra gente para su causa. La protección real que nos daba era limitada. Los señores de la guerra usaron nuestro valle como campo de batalla, chocando entre sí como gigantes que no podían ver las vidas con las que estaban acabando. Pero ellos sí que podían, nos veían. Solo que no les importaba. Los Señores de Hierro echaron a Cathal hace casi un año, y hemos vivido en una cómoda independencia con poca supervisión de los alzados que nos salvaron. Nuestro pueblo votó por eso. Los Señores de Hierro nos salvaron, pero no serían muy distintos de los señores de la guerra si también quisieran gobernarnos. Ahora estoy negociando con una de ellos, una mujer llamada Lady Efrideet. "Eres libre de decidir lo que sea", dice. "Pero si dices que sí, tendrás una escolta armada". Otras tres personas se sientan conmigo: nuestra alcaldesa electa, nuestro médico más experimentado y nuestro habitante más anciano. Somos las personas que el asentamiento ha elegido como representantes. A mi lado, un Espectro plateado gira su carcasa, flotando en mi hombro, mirando a Efrideet. Me ha seguido durante más de un año y aún no ha encontrado a su elegido. Es una buena compañía. || Ya he dado mucho de mí, pero aún doy más. Me convierto en un faro. Llamo a mis hijos para que vengan a casa. || "Una población consolidada como esa, todos en el mismo lugar", dice la alcaldesa. Parece cansada. Lleva casi sesenta años en el cargo. "Eso atraería a los señores de la guerra como a moscas". "No te preocupes por los señores de la guerra", dice Efrideet, con la fría certeza de alguien que solo comprende a medias nuestra preocupación, para empezar. "Sus días están contados. Su forma de vida es incompatible con el Decreto de Hierro y...", se encoge de hombros. Su indiferencia es poco creíble, pero creo que confío en ella. Confío en los Señores de Hierro. Nos han dado pocas razones para dudar de ellos. "¿Cómo se gobernaría la ciudad?", pregunto. Efrideet se vuelve a encoger de hombros. "Parece ser el tipo de cosas que sometéis a votación". Tamborilea en la mesa con los dedos, impaciente, pero solo un poco. "Nosotros solo construiremos el lugar y llevaremos a gente allí. Podemos defender las murallas, pero no vamos a dictar lo que sucede dentro de ellas. Esta es una aventura conjunta, una colaboración". Mis compañeros intercambian miradas, sopesándolo. Efrideet nos mira. Como la mayoría de alzados, trata de parecer impasible, una estatua. Pero, si escuchas con atención, está tratando de convencernos. Quiere esto. "Escuchad", dice. "Los que somos alzados y los que no hemos vivido en nuestros rincones separados durante demasiado tiempo. Todos somos personas. Eso es cuanto los Señores de Hierro intentamos decir. Deberíamos vivir juntos". Hace una pausa. "Hay cosas que podemos enseñarnos los unos a los otros". Dos semanas después, una vez hemos empacado todo cuanto podemos transportar, nos vamos al lugar donde construiremos la Última Ciudad segura de la Tierra. || Quiero que algo crezca a mi sombra. ||

Crecer
Historia
Esperas a que ocurra algo. Estás suspendido, ingrávido, pero cargas un gran peso en el corazón. Tienes la voz de un niño, tranquila, que se pierde con facilidad entre una multitud. Intentas gritar y que te escuchen, pero solo hay una pequeña estrella en un mar de miles que puede oírte. Y solo entiende una fracción de tus palabras, pero lo intenta, y con eso tendrá que bastar. La vida prosigue más allá de tu control, como siempre ha hecho. Esa es la maldición de la creación. Las cosas que creas no te pertenecen. Y otra estrella más parpadea y cobra vida. --- Soy el último Orador, y me siento a una mesa con la Vanguardia mientras la Ciudad que nos rodea se pelea por nada. "Construimos esta Ciudad para encontrar alguna clase de unidad", dice Tallulah. Tiene las manos encima de la mesa y se inclina hacia adelante, como si fuera a saltar por encima de ella. "Nos estamos rompiendo por dentro". El silencio cae sobre la habitación. Trato de pensar. "¿Qué dice el Viajero?", pregunta San-14, en voz baja. Todos me miran. Respiro por la nariz y exhalo poco a poco. "¿Sobre las facciones?", inquiero. "¿O de las personas que se matan entre sí en nuestras calles? No es lo que el Viajero quería. Es todo cuanto puedo decirte". "Ese fue el resultado directo de crearnos", dice Osiris, recostándose en el asiento. Muestra un rostro impasible, como siempre. "Violencia. ¿Sabe el Viajero lo que quiere, realmente?". Intento ocultar mi frustración y me alegro de que una máscara oculte mi cara. La verdad es que no puedo decir con certeza qué quiere el Viajero o si tan siquiera sabe lo que quiere. El Viajero no me habla con palabras, sino con sueños. El lenguaje de los sueños es angosto. Los mensajes provienen del Viajero, pero se desintegran en el camino hacia mí y se convierten en otra cosa. Soy un intérprete más que un Orador. Pero la incertidumbre ya nos ha supuesto la muerte antes, y volverá a ser así si no estamos alerta. Por tanto, digo que: "El Viajero siempre ha querido proteger a la humanidad, solo o mediante guardianes. Necesitamos llevar a cabo esa voluntad". "Con el debido respeto hacia los dos", dice Tallulah, mirándonos a Osiris y a mí. "No se trata del Viajero. Se trata de lo que ocurre cuando las personas se unen sin nadie que las guíe de verdad". Se da golpecitos en el pie. Está nerviosa, es algo poco habitual en ella. "Como esto siga un poco más, pasará lo mismo que en la Edad Oscura. Solo son señores de la guerra, encerrados en un corral más pequeño". "Una cámara de representantes ayudaría", dice San-14. "Algo que permitiera que se escuchara a todas las partes". "Cada bando tiene una voz, pero no todas las voces deberían tener el mismo peso", digo, negando con la cabeza. "Algunas ideas son peligrosas. Deberíamos precisar qué facciones pueden seguir existiendo y darles un canal oficial para que expresen sus quejas y luchen por sus necesidades". "¿Qué ideas son peligrosas, Orador?", pregunta Osiris. No deja de mirarme. "¿Y quién decide eso?". "Esto no es una pelea", dice San-14. "De esas ya tenemos suficientes por delante". "Escucharemos a cada facción", le digo, haciendo caso omiso a Osiris. Una decisión es mejor que ninguna. "Démosles la oportunidad de defender sus ideas, excepto a aquellos que han recurrido a la violencia directa". "Pues entonces tendremos que deshacernos de Escalafón Sur, por ejemplo", enumera Tallulah, contando con los dedos. "Y esos cretinos de Estrella Binaria, también. ¿Trinaria? ¿O Binaria? Lo que sea. De todas formas, también hay muchos dedos que apuntan a un nuevo grupo. Monarquía no sé qué". "Si alguien puede demostrar que esos rumores son ciertos, desterraremos a sus líderes", le digo, levantando la mano. "Las facciones que queden, expondrán su caso. Y formaremos un consejo con las que tengan un punto de vista valioso para dirigir la Ciudad". "Esto sienta un precedente muy peligroso, Orador", dice Osiris. Seguro que volveremos a tener esta misma discusión más adelante. "Espero que estés preparado para recorrer este camino". Votamos. Osiris es el único que no lo hace. Después de indagar sobre la violencia, formamos el Consenso.

Buscar
Historia
En alguna parte, la otra estrella diminuta te llama. Intentas responder, pero no puede escucharte. No sin ayuda. Quieres ayudar, pero estás paralizado. Tienes las extremidades aplastadas y el corazón te late muy lentamente. Nunca has conocido la debilidad tan de cerca como ahora. Tan solo te queda esperar. --- Soy el último Orador, pero he estado buscando al siguiente. Me encuentro en el balcón de mi pequeño apartamento con Lady Efrideet, que quiere irse de la Última Ciudad segura de la Tierra. "Supongo que no puedo convencerte de que te quedes". Efrideet está de pie, con los brazos cruzados, contemplando la Ciudad. "No", responde. "Y no necesitas pedir permiso, está claro". Se ríe, pero solo un poco. "No". Se asoma por la barandilla del balcón y mira hacia abajo. Los guardianes no tienen miedo a las alturas. Es probable que se colgara encantada de la barandilla por los tobillos si estuviera de humor para ello. "Pero estaba pensando en lo que has dicho antes...". Se da la vuelta para mirarme, pero la máscara inexpresiva vuelve a cumplir y no revela nada. "Acerca de buscar al próximo Orador". Ah. He esperado décadas a que alguien viniera a mí para decirme que su hijo tiene sueños extraños y dolores de cabeza cegadores. A ver a un guardián pasear por la Torre seguido por una miríada de Espectros sin compañero. He entrevistado a cientos de personas mediante comunicaciones a larga distancia. He consultado al Viajero. He caminado cada día entre multitud de civiles y guardianes en la entrada de la Ciudad. Y, aun así, no he encontrado a nadie a quien pueda legarle la máscara. Antes de que San-14 se fuera a Mercurio, pensé que tal vez él podría ocupar mi lugar, que quizá pudiera enseñarle. No es la forma en que se suele hacer, pero él tiene un corazón muy grande y el temperamento correcto. A veces, pienso que está más preparado que yo. Pero no ha regresado. Carraspeo. "Sí", digo. "Cierto, todavía no lo he encontrado. Pero sé que está ahí afuera". "Bueno", dice Efrideet. "Voy a salir ahí fuera. Puedo buscar". Es una buena oferta. Pero, de todas formas, sigo esperando a que él regrese. "¿Por eso quieres irte de la Ciudad?", pregunto, en vez de mostrarme conforme con la propuesta. "Fuiste tú quien me convenció para venir aquí". "Y me alegro de haberlo hecho", responde, levantando la barbilla. "Pero no, no es eso. Hay algo en esta vida que no... me funciona. Creo que una guardiana debería tener más formas de dejar su huella en este mundo que con un arma". "No es eso lo que yo pienso de ti". Hace una pausa y se apoya en la barandilla. "Claro", dice. "Pero está grabado al fuego en mi memoria muscular, de todos modos. Son cientos de años de apuntar y disparar, Orador...". Niega con la cabeza. "Aún no sé qué es, pero quiero encontrar una forma diferente". Esta conversación me resulta muy familiar. Yo era muy joven la última vez que la tuvimos. "Entiendo", digo, más suave ahora. "Es una causa noble". Ella se encoge de hombros. "Y tal vez vuelva con un pequeño Orador". No lo dice, pero el "si es que vuelvo" queda suspendido en el aire. "Agradecería tu ayuda," digo, al fin. "No puedo llevar esta máscara toda la vida".

Sufrir
Historia
Va a ocurrir algo terrible. En este sueño, una mano horrible y brutal se extiende hacia ti. Pero no es el viejo enemigo que conoces, es algo nuevo. Algo que espera utilizarte más que destruirte, pero que está dispuesto a conformarse con cualquiera de las dos cosas. La jaula es peor que la parálisis del silencio, es peor que los zarcillos de la oscuridad que se aferra a ti. Es demasiado tangible, demasiado desconocida. No has venido aquí para esto. No te lo mereces. El miedo basta para que quieras irte. --- Soy el último Orador y sueño que el Viajero nos dejará. No debería ser una sorpresa. Esta verdad se ha transmitido de Orador en Orador durante generaciones: el Viajero es bueno, el Viajero es un ser inteligente, el Viajero nos salvará y el Viajero nos dejará. Durante muchísimos años creí que la profecía de la partida del Viajero se había malinterpretado y ya se había visto cumplida por su silencio después del Colapso. Pero dejé de predicar ese postulado final, pues solo servía para asustar a la gente. Mis sueños, que siempre han sido poco habituales y fugaces, se vuelven más frecuentes cada vez. Son más confusos que nunca, más perturbadores. Rara vez he soñado despierto, pero ahora me sucede a todas horas. || Estoy en silencio otra vez. Me he ido. Dejo detrás un vacío enorme. || Mis sueños auguran un futuro terrible, un futuro sin la Luz del Viajero. Los veo a todos cayendo, tanto a los guardianes como a los sin Luz, abatidos por la ausencia del Viajero. No entiendo por qué sucede esto y no sé cuándo, pero sé que se acerca. Los detalles casi que no importan. He vivido toda la vida llevando la Luz del Viajero hasta las personas. He hecho promesas y dado garantías basadas en la fe. Me he tragado tanto la duda que he enfermado, porque es mejor dejar la duda sin verbalizar. || No reconozco mi mundo. Quiero huir || Es una decisión fácil, al final. No se lo digo a nadie. Hasta que pueda entender mejor lo que avecina, compartir esta información sería peligroso, sembraría el pánico. Habría un éxodo masivo de la Ciudad, tal vez del sistema, si la Órbita Muerta tiene algo que decir al respecto. Habrá miedo, ira y violencia, en base a un sueño que no puedo explicar ni demostrar con pruebas. Si puedo entender esto mejor, si puedo sacarle algún sentido, seré capaz de arreglarlo, seguro. Así que sigo como si nada hubiera pasado. Asisto a las reuniones del Consenso, discuto la información de los Encubiertos con Ikora, recibo informes y noticias de los exploradores que tenemos fuera de la Ciudad y consulto con Zavala. La gente me aborda con preguntas, como siempre. Me preguntan cómo afrontar la pérdida, el cambio y el miedo, todas las realidades cotidianas de esta vida. Preguntan cómo lidiar con la duda. Y yo miento entre dientes y les digo que confíen en el Viajero. || Vacío, vacío, vacío. || Los sueños prosiguen, los dolores de cabeza empeoran. Pero creo con tanta firmeza que este conocimiento destruiría nuestra forma de vida y me lo guardo con tanta fuerza que me envenena. Y todo por nada. Estoy en mi apartamento cuando oigo la primera explosión, que hace temblar el suelo, y salgo a ver qué pasa. Veo que la flota de la Legión Roja oscurece el firmamento y me doy cuenta de que he cometido un error terrible.