
Otro día más en la Torre
Historia
Sus cejas arqueadas lo decían todo. Eva Levante sonrió, amenazando con interrumpir su inexpresividad. "El encargo era la mar de simple: un shader para conmemorar el final del incidente de SIVA. Aunque la sugerencia de Zavala para el color…". Su compañera sostenía la tela, una combinación espantosa de amarillo fluorescente y rojo sangre que haría daño a los ojos, incluso aunque le quitaran ese horripilante conjunto de franjas. Tess suspiró. "Ese hombre es capaz de hacer que la colmena tiemble de miedo, pero no deberían dejar que se acercara a menos de diez metros de la mesa del diseñador". Las mujeres aún se estaban riendo cuando un temblor sacudió la Torre. Se giraron al unísono en dirección al ruido lejano que le siguió, un estruendo que ninguna de las dos había oído antes. La megafonía retumbó en el pequeño lavadero que utilizaban para descansar. "Orden de evacuación 77 activada. Esto no es un simulacro. Que todos los civiles acudan a las áreas de evacuación inmediatamente". Tess estaba junto a la puerta, dispuesta a abrirla, cuando otra explosión, esta mucho más cercana, las dejó temblando en el sitio. El humo y los gritos flotaban por el pasillo. Los recuerdos de Eva acerca de lo ocurrido a continuación eran inconexos. Corría junto a Tess, respirando con dificultad. Recordaba murmurar los nombres de sus primos, preocupada, pues se hallaban en la Ciudad. Una gran multitud la rodeaba, Tess se quedaba atrás mientras a Eva la empujaban hacia adelante. Otra explosión. Una puerta de emergencia se cerró de golpe. Tess ya no estaba y Eva se vio rodeada de unas treinta personas en un pequeño muelle de carga entre la Torre Norte y la Sala de los Guardianes. Un hombre intentaba abrir la puerta más alejada, pero estaba sellada. A continuación, una gran esfera chocó contra los muelles y el techo se vino abajo. Los cabal treparon por la cápsula con esfuerzo debido a su voluminosa armadura y abrieron fuego contra los civiles. En ese instante, un cegador estallido de energía los sorprendió por la espalda. Por los gritos, parecía que habían llegado diez hombres, pero cuando Eva pudo echar un vistazo, allí solo un había un guardián enorme rematando a un soldado cabal con una hoja que medía tanto como ella. El yelmo de Lord Shaxx iba de un lado a otro por toda la estancia. Llegó hasta Eva dando un par de zancadas y, con una galantería sorprendente, le ayudó a ponerse en pie. "Señora", entonó, y ella sintió la voz grave del guardián retumbando en su pecho. "Necesito tu ayuda". A petición suya, se hizo cargo de los civiles mientras él iba delante del pequeño grupo. Con la confianza que proyectaba el Maestro del Crisol y su imponente presencia, no le fue difícil mantener la calma entre los demás. Al llegar a uno de los puntos de evacuación, un trío de pilotos de halcón esperaban inquietos ante sus naves. Cuando todos hubieron subido a bordo, Shaxx posó una pesada mano sobre su hombro. Pasó a su lado y lo único que dijo fue "Camarada". Y regresó para seguir combatiendo, con su enorme espada colgada a la espalda. El halcón se alejaba y Eva echó un último vistazo a la Torre; todo lo que quedaba eran ruinas y llamas.

Pérdida de Luz
Historia
"¡Valentina! ¡Y su hijo, Luis! ¡Distrito Peregrino! ¡Bloque de apartamentos 10, cuarto piso! Es el del…". Una explosión cercana la interrumpió, pero gritó más fuerte por radio. "¡Es el del toldo verde! ¡Por favor!". Al otro lado de la línea, la voz de la miliciana parecía conmovida. "¡Enviaré una unidad! Pero señora, están combatiendo por todo el distrito…". "Tozzi, ¿acaso no te he dado el código de seguridad de mi Torre?". Eva se asustó de su propia voz, un inesperado ataque de ira. Se produjo una pausa al otro lado. "Sí, señora. ¡Iré yo misma! Cambio y corto". Eva volvió a dejarse caer junto a la pared, levantó la cabeza y miró a su alrededor, parecía que en su momento había sido una pastelería. Ahora las pequeñas mesas de café bloqueaban las puertas a modo de barricada, y los estantes del expositor y los cristales estaban destrozados contra la pared más alejada. El soldado exo al que le había cogido prestada la radio realizó algunos disparos más por encima de lo que quedaba de pared en la parte exterior de la tienda. Miró en dirección a ella, tenso. "¿Sabes disparar un arma?". Su mirada desamparada le debió de valer como respuesta, pues estiró el brazo para coger la radio. Ella la deslizó por el suelo y rápidamente empezó a teclear varias secuencias de códigos. Otra explosión en las cercanías dio lugar a varios gimoteos y gemidos de terror entre los demás civiles del establecimiento. El exo vociferó por radio: "¡Necesitamos a los guardianes en el distrito Ancla, en la esquina del bloque 1400! ¡Hay muchos civiles en esta posición, y nos superan en número!". Interrumpió la transmisión para asomarse y disparar media docena de proyectiles. Los cabal rugieron furiosos como animales. No habían pasado ni dos minutos cuando Eva lo oyó: el sonido inconfundible de un colibrí avanzando a toda potencia. Se atrevió a ponerse de cuclillas para observar el exterior del edificio. Se asomó justo a tiempo para ver a dos de ellos; una cazadora y un hechicero descendían sobre los invasores como ángeles vengadores. Se notaba que eran profesionales, no se andaban con alardes. Eran eficaces y letales. Los soldados empezaron a replegarse. Pero algo sucedió. Eva no pudo ver el qué, pero los dos guardianes se tambalearon. El hechicero puso una rodilla en tierra, como si le hubieran cortado las cuerdas. La cazadora sacudió la cabeza y levantó la mano, un gesto característico para invocar la Luz… pero no pasó nada. Los cabal atacaron con todo, como si hubieran estado esperando el momento. Un centurión derribó a la cazadora y la aplastó bajo sus pies. El hechicero no parecía haberse recuperado y cayó al suelo, acribillado por los disparos de una docena de soldados. El exo, que se había erguido por completo, estaba conmocionado, y a pesar de que Eva le alertó para que se agachara, fue abatido por un francotirador. En una esquina, uno de los hombres no pudo contener las arcadas, horrorizado. Eva no se paró pensar. Cogió la radio del suelo y avanzó a empujones entre los civiles hasta una ventana alejada. Utilizó la carcasa reforzada de la radio para romper el cristal y, después de retirar una de las esquirlas más grandes del marco, empezó a sacar a los niños. Fue la última en abandonar el edificio. Mientras escapaba, algunas balas perdidas impactaron en la pared que tenía a su lado. No dejaron de correr hasta estar seguros de que nadie los seguía. No tenía ni idea de en qué distrito se encontraban, ni siquiera sabía para qué se usaba antes el edificio. La mayoría de las organizadas calles y los cuidados bulevares que conocía se habían convertido en un laberinto de escombros. La Última Ciudad segura era un laberinto de estructuras en ruinas. Los niños se acurrucaron todos juntos mientras los adultos hablaban en voz baja. Todos lloraban intermitentemente, pero, a pesar de la desesperación, intentaban no hacer ruido. Eva se sobresaltó al oír un chirrido muy agudo procedente de la radio, y pegó la cabeza contra el muro que tenía detrás. No se acordaba de que aún la tenía. Se encogió para cogerla y utilizó el panel. Alguien en voz baja preguntó: "¿Señora?". Le chocó lo rasgada que era su propia voz al contestar con un susurro: "Aquí Eva Levante. ¿Tozzi?". Una pausa. "Tozzi ha muerto. Pero quiso asegurarse de que alguien se ponía en contacto con usted". Otra pausa larga. Eva se contuvo para no gritar. "Lo siento, señora Levante. El bloque 10 ha quedado destruido. Creo que algunas de las defensas automatizadas se activaron al comienzo de la batalla y, al parecer, un buque insignia se estrelló…". Eva no oyó el resto.

Escondidos en casa
Historia
Eva comprobó la hora en la pequeña radio que aferraba contra su pecho. Parecía imposible, pero no habían pasado ni dos horas desde que había estado con Tess, riéndose. Para ella, el tiempo se había alargado como los caramelos que se vendían en el festival de la Aurora. Habría jurado que hacía días de todo eso. Antes incluso, había estado en el piso de su prima, abrazando a Valentina. Despidiéndose de Luis… "Eva, no les debemos nada". Una tos ronca. Uno de los civiles. Las ásperas voces de todos acusaban la realidad del momento; las cenizas llenaban el aire y era imposible aclararse la garganta. Eva se tapó la boca con un paño y respondió con un graznido: "¿Cómo te atreves?". Su voz se elevó furiosa. "¿Te han mantenido a salvo toda tu vida y ahora pretendes abandonarlos sin más?". Los motivos de la discusión yacían inconscientes sobre el suelo del almacén. Un cuarteto de guardianes heridos y con hemorragias que atravesaban sus ostentosas armaduras. Incluso mientras sopesaba qué hacer con su pequeño grupo, no pudo evitar apreciar el estilo de sus atuendos. El cazador era el más elegante, no podía ser de otra manera. El hombre que discutía con ella era barrigón y sin ningún sentido de la estética; llevaba un insulso uniforme de funcionario: un empleado del Consenso. Frunció el ceño y farfulló: "Si casi no podemos movernos, ¿cómo vamos a hacerlo cargando con un puñado de guardianes heridos y sin poderes? ¿Por qué íbamos a arriesgar…?". "¿Acaso ellos no han arriesgado sus vidas cientos de veces por nosotros?". Se quitó el paño de la cara y escupió una flema y cenizas a un lado. Si su madre la hubiera visto hacer eso, habría muerto ella. "Tenemos que seguir avanzando, tenemos que mantenerlos con nosotros y tenemos que resistir. Esto, sea lo que sea, es temporal". Hizo una mueca, pero prosiguió. "Cuando recuperen la Luz, ellos…". Su diatriba fue breve, pues un estallido de estática surgió de la radio, tan fuerte que tuvo que dejarla caer. La carcasa reforzada absorbió el golpe, y todos pudieron oír la voz grave del comandante Zavala cuando empezó a hablar. "Ciudadanos de la Última Ciudad. Prestad atención". Como si de personas a punto de morir de sed se tratase, los civiles rodearon la radio. Zavala había sido un pilar, un rayo de esperanza, durante sus vidas. Seguro que él… "Vamos a abandonar la Ciudad. Hemos evacuado a todos cuantos hemos podido, pero los cabal están cazando a los guardianes en las calles. Si podéis, huid a los bosques". Eva sintió como si le hubieran dado un puñetazo. "Los cabal han colocado un dispositivo en el Viajero que ha cortado nuestra conexión con la Luz. No podemos salvar la Ciudad y no podemos protegeros". Hubo una pausa prolongada, pareciera que quería elegir las palabras con cuidado. Cuando volvió a hablar, dio la impresión de estar extremadamente agotado. "Estableceremos un punto de encuentro en algún lugar del sistema, estad atentos a las transmisiones. Algún día regresaremos a la Ciudad, pero… no sé cuándo". Otra pausa. "Tened cuidado. Y sed valientes". Y así concluyó. A su favor, es importante señalar que ningún miembro del grupo gritó. Aunque solo habían pasado unas horas, seguían con vida porque habían aprendido a no delatar su posición. Aunque sí que hubo llantos. Las lágrimas formaron surcos en los rostros cenicientos; esos mismos rostros que se miraban los unos a los otros intentando comprender la situación. Eva no lloró. Tenía la mirada fija en la radio, y en lo único que podía pensar eran los hombros de Zavala. A menudo bromeaba con él sobre el tamaño de las hombreras de su armadura, sobre esa enorme placa del hombro izquierdo. Y ahora… por algún motivo, pudo entenderlo. El peso sobre sus hombros… Eva se puso en pie y todas las miradas se clavaron en ella. Se estremeció ligeramente. A continuación, eligió las palabras con mucho cuidado: "Muchos de ellos se están marchando. Por tanto, debemos ayudarlos". Señaló a los guardianes. "Si conseguimos sacarlos con vida, podrán protegernos, mantenernos a salvo". Echo un vistazo al grupo, algunas personas asintieron. "¿Adónde iremos?", preguntó una mujer. Eva bajó la mirada hacia la radio. "Los cabal habrán oído todo. Vigilarán los muros. Nos estarán esperando". Miró hacia arriba, inspeccionando la habitación. "Así que nos quedaremos. Iremos a los límites de la Ciudad y buscaremos un lugar para escondernos de los cabal". La costurera se agachó, recogió la radio y se la colgó al hombro. "Todo el mundo arriba. Nos espera un largo camino hasta la Grieta del Crepúsculo".

Una nueva rutina
Historia
Llegar a las afueras de la Ciudad fue un calvario. Cada día que pasaba, el dominio de los cabal se intensificaba. Grupos de civiles y algún que otro guardián intentaban huir, pero terminaban abatidos por un enjambre de naves sedientas de sangre. Las calles no eran más seguras, las patrullas avanzaban conjuntamente y los tanques retumbaban por los distritos. Los años que Eva había dedicado a apoyar a los guardianes, y a escuchar sus anodinas charlas, le habían llenado la cabeza con información sobre estos terroríficos invasores. Comprendió que estaban peinando todos los bloques de manera rigurosa, lenta y predecible. Tal y como se lo describieron en la Torre. Su grupo estaba escondido, y solo se movía cuando lo hacían los cabales. Esa cautela los llevó hasta los confines de la Ciudad, hasta zonas que habían sido abandonadas mucho tiempo atrás y en las que la vida no era más que una sombra proyectada sobre las paredes. Los habitantes consultaban a Eva todos los días para organizar patrullas que se dedicaban a buscar comida en el centro. Durante las tardes, elaboraban estrategias para los días venideros. Para su gran satisfacción, pasaba las noches sentada, hilo y aguja en mano, para que los supervivientes no pasaran frío. A medida que los tres guardianes se recuperaban (perdieron al titán de camino a la Grieta), empezaron a ofrecerles consejo. Por sugerencia suya, los supervivientes nunca permanecían en el mismo sitio más de uno o dos días. Apostaban vigías cada noche y encendían la radio día sí y día no para escuchar las transmisiones. En busca de posibles transmisiones. En busca de esperanza. Eva se encontraba en la estancia cuando los guardianes oyeron la voz de Zavala. Su concisa declaración se repitió en bucle. "Si queda Luz en el sistema… nos reuniremos en Titán". Eva cerró la puerta para que los demás civiles no los escucharan hablar. La otra hechicera, Tam, se había presentado como la hermana de Trinh. Insistían en que debían intentar escapar del planeta, de algún modo, y dirigirse a Titán. El cazador, Ramos, permanecía firme en su postura de quedarse. El debate fue perdiendo fuelle y cuando hicieron una pausa, los tres guardianes la miraban a ella. Levantó las manos y dijo: "Confío en que hagáis lo correcto". Se quedaron. Y rápido se convirtió en una pieza fundamental de la… operación. Lo que había empezado como una lucha por sobrevivir pasó a ser un intento organizado de evacuar a los habitantes de la Última Ciudad. Las partidas que iban en busca de alimentos regresaban con más personas de las que salían. Los exploradores rastrearon los límites de la Ciudad y descubrieron rutas de huida, los lugares menos vigilados por las patrullas de los cabal. Eva descubrió que las mismas habilidades que utilizaba para planificar las vacaciones en la Torre eran de valiosa ayuda a la hora de organizar este movimiento clandestino. Utilizó las pizarras de antiguas escuelas para crear un horario y escribía en la parte posterior de formularios y circulares para "realizar entregas" a los civiles y a algún que otro guardián sin Luz. Día sí y día también, esta se convirtió en su relajada rutina diaria. Pasó a un segundo plano dentro de los Clandestinos: planificar, trasladarse, coser, repetir. Incluso cuando lograron contactar con la Villa, y llevar supervivientes a la Zona Muerta Europea se convirtió en el objetivo principal, allí estaba Eva para asegurarse de que los trenes salían a su hora. Después de reflexionar un poco, solicitó que su labor no se divulgara. Consiguió informar a algunas personas, como a Tess, de que seguía con vida, y para ella era más que suficiente. Pudo abandonar la Ciudad en decenas de ocasiones. Pero siempre que se planteaba huir por una salida o marcharse con un convoy, se detenía. Se tranquilizaba. Y volvía al trabajo. Así fue cómo Eva Levante vivió los meses de la Guerra Roja.

Una causa noble
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"¿Abuela? ¿Señora?". No fue más que un susurro silencioso, pero suficiente para despertar a Eva. Durante un momento se sintió desorientada y creyó haber vuelto a su salón en el distrito Peregrino. Su manta de ganchillo sobresalía por un lado del sofá y Carlos estaba de pie junto a ella… pero no era Carlos. Los ojos preocupados de Ramos, el cazador, la miraban desde arriba. Algunos guardianes que llegaban a los Clandestinos habían empezado a llamarla "abuela", pero Ramos había estado con el grupo durante todos los largos meses de la guerra. Era muy protector, tanto que a veces resultaba asfixiante. Ella suspiró y se frotó los ojos al mismo tiempo. "Ya va. Ya va. ¿Qué hora es?". Se sentó en el avejentado sillón sobre el que dormía e hizo una mueca de dolor mientras intentaba deshacer las contracturas ocasionadas por dormir de costado. "Creo que casi las siete", dijo en voz baja y avergonzado. Ella lo fulminó con la mirada. "Se suponía que me ibas a despertar hace una hora". Él ladeó su sonrisa. "Necesitabas descansar". Se levantó con cuidado y se balanceó sobre sus piernas inestables; se giró para que no pudiera detectar su irritación. "¿Están esperando?". "Acaban de llegar. Otro motivo por el que no te desperté. No te esperan hasta dentro de diez minutos", dijo intentando justificarse. Eva lanzó otro suspiro. "Gracias, Ramos. Tienes razón, necesitaba dormir. Anoche volví a acostarme demasiado tarde. Diles que bajo ahora". "Sí, señora". Parecía más alegre. Salió de la habitación a paso ligero y más seguro de sí mismo. Eva entró en el cuarto de baño de la habitación principal, en la primera planta del edificio. Una vez hubo terminado con su rutina matinal, vertió el agua de una de las botellas de racionamiento en el lavabo previamente tapado para lavarse, intentando reponerse tras haber dormido en un sofá medio podrido de un edificio abandonado. Con el agua aún goteándole de la nariz, buscó a tientas uno de los trapos que usaba como toalla y se secó la cara. Cuando abrió los ojos, una desconocida le devolvió la mirada. Eva siempre había sido de complexión delgada. Todavía recordaba las regañinas de su madre por no comer y no dejar el plato limpio. La mujer que ahora veía estaba realmente demacrada. Bolsas bajo los ojos, el pelo extremadamente corto, ¡y esas pintas! Las vestimentas que llevaba el día del ataque no le duraron ni dos semanas, no estaban hechas para aguantar en condiciones duras. El atuendo que se cosió a mano jamás lo habrían aceptado en la Torre, pero… aquí no les quedaba otra. Al menos había podido rescatar su característico chal. Para recordarle tiempos mejores… Mientras se dirigía al salón, Eva recordó que, por supuesto, esos tiempos mejores eran el motivo por el cual el grupo estaba congregado abajo. Todos los líderes de las células clandestinas se habían reunido para llevar a cabo un debate importante y tal vez definitivo. Para los Clandestinos, la Guerra Roja había sido una asombrosa victoria. Habían ganado. Los únicos civiles y guardianes que quedaban en la Ciudad eran aquellos que no querían o no podían marcharse. Eva frunció el ceño, entristecida. Cada cierto tiempo, les llegaban historias sobre algún grupo de guardianes aniquilados por la Legión en un búnker que se suponía seguro. Las bajas civiles habían sido abrumadoras, tanto en el ataque inicial como en los meses posteriores. Mientras contemplaba la calle a través de una hendidura de una ventana tapiada, tuvo que admitir que se sentía… satisfecha. Lo único que les quedaba por hacer a los Clandestinos era retirarse e intentar llegar a la Villa, al grupo de Hawthorne, donde estarían más seguros. Eva alzó la mirada, recorrió las calles vacías hasta visualizar la distante, retorcida y destrozada Torre. Había decidido quedarse. Los guardianes como Ramos podrían comprobar cómo estaba de vez en cuando, pero alguien debía quedarse atrás para mantener las luces encendidas. Podrían quedar más refugiados por ahí. Con esperanzas de encontrar… la manera de escapar. Se apartó de la ventana para dirigirse al piso de abajo cuando una explosión arrasó la calle frente al apartamento, y el mundo de Eva se volvió blanco.

Último día
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Eva negó con la cabeza por segunda vez en escasos minutos, tratando de comprender dónde se encontraba. No había habido advertencia alguna. Oyó el rugido quejoso de un motor que la sobrevolaba y, acto seguido, una explosión tremenda arrasó con la calle frente al apartamento del Subterráneo. El estallido la zarandeó contra el suelo como a una muñeca, y le dolía todo. De pronto, escuchó los alaridos guturales de soldados cabal en una zona próxima, que pronto recibieron la inconfundible respuesta de disparos de armas de los guardianes. Alguien gritaba. No se lo pensó: se puso de pie y avanzó dando tumbos hacia el rincón donde se encontraba su escopeta sobre una mesilla. Tres pasos, cuatro, y se hizo con el arma. Justo entonces, la puerta del apartamento salió despedida, y entraron un par de psiónicos armados. A la Eva Levante costurera de la Torre la habrían pillado por sorpresa, pero la escuálida mujer a la que acababa de ver reflejada en un espejo llevaba meses practicando su puntería. Los incontables entrenamientos la habían preparado para la acción, y su primer disparo alcanzó al individuo de la derecha en el pecho y lo lanzó fuera de la habitación. No obstante, no estaba preparada para el retroceso del arma y sintió un crujido en el brazo cuando la escopeta se propulsó contra ella. Sin saberlo, ese susto la salvó, pues provocó que se desplazara a un lado, con lo que esquivó por poco los disparos del otro cabal. Con un alarido, alzó de nuevo el arma, y su disparo embistió contra el individuo con tal fuerza que lo lanzó contra la pared más alejada. Recargó la escopeta con una sola mano, respirando con dificultad, y aguardó expectante. No escuchó más movimientos. La pelea era encarnizada en la planta de abajo; tenía que ir a ayudar. Se aproximó a la puerta con la escopeta preparada… El sonido que provocó la irrupción de un can de guerra por la ventana del apartamento se vivió como una segunda explosión. Eva rodó por el suelo conforme la bestia escamosa se apartaba para que dos más saltaran desde la nave de tropas que sobrevolaba la zona al pequeño dormitorio. Aterrizaron con sorprendente elegancia y las tres fijaron sus hambrientas miradas en la costurera. Las babas salpicaban el suelo mientras las fauces plagadas de colmillos se relamían. Eva disparó. Las bestias embistieron.

Cuidador
Historia
Eva Levante se mantenía en pie apoyada contra la pared exterior cubierta de yedra del granero y contemplaba a sus pies el campo de fútbol de la Villa. Las viejas redes estaban flojas; había que ajustarlas. A nadie que se pasaba por allí le preocupaba ese asunto, y los habitantes de la Villa no eran muy deportistas que digamos. Detrás del campo se encontraban las ondulantes colinas de la Zona Muerta Europea y, en el horizonte, la elevación ruinosa y perversa del fragmento del Viajero. Al principio, cuando empezó a caminar de nuevo, todavía recuperándose del ataque en el apartamento, se quedaba asombrada ante esa panorámica. Ahora observaba aburrida cómo las nubes se agitaban y arremolinaban en torno al fragmento. Eva sonrió y desplazó su peso de la pared al bastón tallado que la mantenía erguida. Y pensar que, después de todo lo ocurrido, podía llegar a aburrirse… Sus primeros días de vuelta en la Villa habían sido un tormento de tratamientos médicos precipitados por cuidadores que ya se iban cuando ella tan solo acababa de llegar. Eran los últimos días de la Guerra Roja, una importante operación con miras a retomar la Ciudad. Una anciana proveniente del Subterráneo no era una enorme prioridad y, ante la conmoción, incluso los viejos amigos que esperaba que fueran a verla no lo hicieron. Estaba sola, o casi. Giró la cabeza para ver a la criptarca Tyra Karn charlando a lo lejos con el androide de la administración de la Villa. Ahora que la Ciudad había recobrado sus funciones principales, Darbi se había convertido en la asistente de investigación extraoficial de Tyra. Juntas siguieron estudiando y analizando la historia de la humanidad desde el punto de vista de la Zona Muerta, algo distinto al desorden de la Torre en el que, aparentemente, Tyra estaba encantada de participar. El explorador Devrim también se acercaba de cuando en cuando para hablar. Cuando le daba por ponerse fresco, denominaba a su grupito el "club de los veteranos", y solía hacerlo asomando una sonrisa de suficiencia por encima de una taza de té. No obstante, ambos tenían trabajos oficiales que completar, claro está, algo que se tomaban muy en serio. Eva estaba en la Villa de manera extraoficial. Su papel en la Torre nunca había sido esencial, es evidente… pero nadie le había pedido que volviera al mercado. Tess y Banshee sí se habían puesto en contacto con ella de tanto en tanto, y ella les había dado consejos para disponer su nuevo entorno. Pero Eva permanecía en la Villa por los perdidos. Llegaban arrastrándose al lugar solos o en parejas. Todos tenían algo en común: el fragmento no había conectado con ellos. Llegaban para sentarse y observarlo desde la distancia, para hablar de lo dura que había sido la Guerra Roja como guardianes sin poderes (algunos de ellos se vieron obligados a mantenerse al margen literalmente). Cuando la Luz regresó, algunos comentaron que la notaban diferente, que se asentaba bajo la piel como una prenda que había dado de sí. Una mujer exo menuda era una de las peregrinas que Eva recordaba con más claridad. No sabía que fabricaban exos tan pequeños. La mujer se movía y sacudía conforme hablaba, incapaz de mantener la calma. Cuando mencionó que la Luz se notaba diferente, algo que escuchó decir a muchos guardianes, Eva expuso la misma pregunta que solía hacer: "¿Significa eso que la Luz ha cambiado? ¿O eres tú quien lo ha hecho?". La exo se detuvo y estrechó los ojos con gesto meditativo. Era la primera vez que paraba quieta desde que había llegado a la Villa. Pasaba a menudo: a veces, solo hacía falta hacer esa pregunta para ayudarles a esclarecerlo; otras, llevaban más tiempo e incluso se pasaban semanas y semanas en la Villa haciendo lo mismo que Eva: observar el fragmento. Algunos… algunos llegaban a la Villa, no encontraban respuestas y se marchaban a pie en dirección a aquella enorme referencia del horizonte. Eva no tenía constancia de que llegaran a regresar a la Villa. Era una vida extraña, una época extraña y un papel que nunca quiso, pero vio que se le daba bien. Y Eva Levante no tenía interés alguno en regresar a la Ciudad.

Cicatrices invisibles
Historia
La radio de su diminuta habitación resonó lo bastante fuerte como para despertar a Eva de su profundo sueño. Eva había convertido sus dependencias en un lugar acogedor por medio de telas y obras de arte sacadas de la Zona Muerta, pero, como solía sucederle cuando se despertaba abruptamente, le costó recordar dónde se encontraba. Gruñó conforme salía de la cama, apoyándose en muebles cercanos para mantener el equilibrio. El daño provocado por las bestias de guerra había sido cuantioso, y todavía notaba la presión en las piernas donde la tecnología Bray había vuelto a unir huesos y tendones. Se desplomó sobre la sillita que se encontraba frente a la radio. La luz de la pantalla iluminó el cuarto, que estaba completamente oscuro. Escudriñó la radio de cerca a medida que la imagen de Tess Everis aparecía. Era de día en la Ciudad y Tess iba como un pincel para trabajar. "¿Tienes idea de qué hora es aquí?", preguntó Eva, permitiendo que la irritación se marcase en sus palabras. "Sí, lo sé". Algo en la voz de Tess hizo que Eva se incorporara y mirase más de cerca. El rostro de Tess estaba tenso. Parecía… asustada. "Tess, ¿qué sucede? ¿Estás bien?". Eva se despertó de pronto y agarró el borde de su bata verde para envolverse con ella. Le entró un frío repentino. "Lo siento, cielo. Tenía… que informarte cuanto antes. Imagino que Rahool está informando a Tyra justo ahora". Tess miró hacia abajo y a un lado antes de devolver la vista a la cámara. "Cielo, Cayde está muerto. Ocurrió algo en el Arrecife ayer. No estoy al tanto de los detalles, pero todo el mundo estaba hablando de ello". La boca de Eva trazó una fina línea de preocupación. Nunca le había tenido especial cariño al Vanguardia de cazadores, pero mucha gente lo respetaba y confiaba en él. Si había alguien capaz de asesinar a Cayde-6, era… "¿La Legión?". Tess negó con la cabeza. "No se ha pronunciado, según dice la gente", respondió con una débil sonrisa, la primera desde que habían empezado a hablar. "Bueno, ya sabes lo fiable que resulta la rumorología. Puede haber sido cualquier cosa". Eva se recostó de nuevo en la silla con el ceño fruncido. "Lo lamento, cariño, sé que te caía bien". Tess se encogió de hombros en un intento de contenerse. "No seas así, no hace tanto que intercambiábamos historias en el mercado". Tess se detuvo y asintió con tristeza. "Creo que se va a celebrar un acto conmemorativo. ¿Vendrás para estar ahí?". Entonces fue Eva quien apartó la mirada. Era la primera vez que alguien le pedía que volviera, y para un funeral, nada menos. Eva se disponía a elaborar una excusa, pero Tess prosiguió, dando un matiz humorístico a su sombría voz. "Cuando vengas, puedes poner orden en la programación festiva de los androides". Los ojos de Eva se abrieron de par en par. "¿Los androides están preparando la celebración sin mí?". La sonrisa de Tess se volvió enorme. "¡Nos quedamos tan sorprendidos como tú! Parece que todo el equipamiento festivo quedó empaquetado con suministros importantes de camino a la nueva Torre y, cuando se ejecutaron tus programas, lograron encontrar las cajas etiquetadas". Tess cogió su radio e inclinó la lente para que apuntara al gorro de la Aurora en lo alto de un maniquí que estaba en la esquina de la sala. Eva movió la cabeza, incrédula. "Han preparado la Aurora sin mí". El rostro de Tess regresó a la pantalla. "Durante el verano, Ikora le pidió a alguien que preparara un evento con el que conmemorar el final de la guerra también". Eva trató de esconder su enfado. "¿Y cómo fue?". Tess movió el rostro a los lados con un gesto contemplativo. "Bueno… ya sabes. Estuvo bien". Cuando vio cómo Eva apretaba la mandíbula, Tess empezó a reírse. "Le faltaba tu toque, cielo", suspiró. "Ay, qué bien sienta reírse. ¡Vuelve a la Torre! Al menos para expresar tus condolencias. Parece que hayan pasado años desde la última vez que te di un buen abrazo". Eva se giró para mirar por la ventana de su oscura habitación. En el horizonte, el tenue brillo del fragmento se mostraba como un ancla, un símbolo del pasado. Eva devolvió la mirada a su amiga y sonrió.

No puedes volver a casa
Historia
Eva Levante abrió la puerta de su unidad de almacenaje, y el olor le provocó náuseas. Se giró hacia los dos androides que la acompañaban y les apuntó al interior. "Primero, desinfectad toda la zona. Cuando esté limpia, empezaremos a meter las cajas". Los dos androides asintieron y emitieron un pitido de afirmación. En cuanto cruzaron el umbral, se pusieron a barrer el suelo con premura. Eva dio varios pasos atrás con el apoyo de su bastón para evitar que la suciedad le llegara al vestido. A su alrededor, el mercado era una vorágine de actividad. Los trabajadores que estaban de descanso comían en la zona de almuerzo; los compradores ojeaban los puestos; los androides limpiaban, patrullaban y entregaban paquetes; y los guardianes estaban por todas partes como un remolino de colores y estilos que giraba, flotaba y saltaba. Eva puso mala cara, frustrada consigo misma por permitir que Tess y, en cierta medida, Amanda la convencieran para regresar. Nada le parecía adecuado, nada le hacía sentirse… cómoda. Encima, el lugar que le habían proporcionado para almacenar sus mercancías parecía que no se había abierto ni limpiado desde antes de las Guerras de facciones. Encontró un banco en una de las calles del mercado y se desplomó agradecida para observar a la gente pasar. La moda, como era habitual en la Ciudad, había cambiado mucho desde el ataque de la Legión. Todavía estaba poniéndose al día, familiarizándose. Por ejemplo, había un gran número de respiradores entre la multitud —cuestión más de estilo y decoración que de funcionalidad—, unos vestigios que fueron necesarios durante la reconstrucción y restauración de la Ciudad. ¡Y los guardianes! Gran parte del tiempo que habían pasado juntas desde su regreso, Tess se había dedicado a ponerla al corriente sobre las tendencias de moda entre los portaluces, algo que había impresionado sobremanera a Eva. Tess, las fundiciones e incluso la Vanguardia se habían superado. Los diseños de las armaduras y los patrones de los shaders habían mejorado muchísimo desde la época de la antigua Torre. "¿Pero qué hago yo aquí?", susurró para sí. "¿Qué puedo hacer yo para…?". Perdió el hilo cuando vio a un guardián pasar a su lado con lo que parecía una enorme cresta que copaba su casco, además de un vestido de hechicero que ondeaba a su paso. "Eso es". Eva se puso de pie y se encaminó a la puerta para pedirles a los androides que dejaran de limpiar, pero alguien se interpuso en su camino. Era un guardián con gabardina de cuero y casco negro brillante. "¿Eva?", dijo con voz distorsionada. Eva vio su rostro confundido reflejado en el casco. Las manos enfundadas en guantes retiraron el yelmo para revelar el rostro sonriente de Ramos. "¡Abuela, soy yo!". El chico le dio un tremendo abrazo a una sonriente Eva. "Maldito granuja, nunca me diste la oportunidad de darte las gracias", le dijo mientras le daba un cariñoso golpecito en el hombro conforme se apartaba. "Lo típico: le salvas la vida a una mujer y luego te marchas para recuperar la Ciudad, ¿verdad?". Ramos se rio, irradiando más felicidad de la que le había visto nunca. Un aura de Luz lo rodeaba con aplomo. Se giró hacia dos guardianes que se encontraban cerca, observando dubitativos. "¡Equipo, esta es Eva Levante! ¿Os acordáis de mis historias? ¡Esta mujer es una leyenda!". Les hizo un gesto. "Eva, estos son tan brillantes como el lumen. Se convirtieron en guardianes poco antes del ataque de la Legión". Eva los saludó con un gesto de reconocimiento. "Me alegro de conoceros". Uno de ellos alzó la mano para ejecutar un torpe saludo; el otro inclinó la cabeza. "¿Qué… haces aquí?". Eva suspiró. "Ah, en realidad… no hago nada". Ramos se rio y añadió: "¡Es una costurera estupenda! ¡Una heroína de guerra! Además, antes de eso, era uno de los pilares de la vida en la Torre. ¿Sabéis esas fiestas de la Aurora que tanto os gustan? ¡Fue ella quien las trajo a la Torre!". Ambos se giraron hacia ella impresionados. "¿Cómo conseguiste que Zavala accediera a… a…?". Eva sonrió. "¿A divertirse?". Se rio ante las respuestas de los tres guardianes y golpeó dos veces el bastón contra el suelo. "Es una historia estupenda. Si tenéis tiempo…". Ramos se rio. "¡Pues claro! Venga, vamos a por algo de comer. Vamos a explicarles a estos novatos lo que implica formar parte de la Torre". Con la ayuda de su amigo, Eva Levante recorrió con facilidad el mercado de la Torre, el bastión de la Última Ciudad segura. Su hogar.