
La longitud de una cadena | Parte I
Historia
"Jolyon, amigo mío", susurra Uldren Sov, "tú y yo vamos a tomar el Jardín Negro". "¿Ah, sí?". Jolyon Till el Raquis, famoso entre los cuervos, francotirador, explorador y narrador de historias, yace despatarrado al lado de Uldren. El largo y desgastado fusil Supremacía, apretado contra su hombro, lo dobla casi en altura. "Me he enterado de que tú y yo íbamos a poner a Saturno a flote en una bañera". "Voy en serio, Jol". "Y tendrás la seriedad de un muerto si vas a Marte, juas, juas. Distancia al objetivo: 2900 metros. ¿Viento y rotación?". "Viento a 21 kph desde tu derecha. Estás a dos grados de desviación norte. Pero voy a ir, en serio. ¡Tienes que venir! Nunca te lo perdonarás si te lo pierdes". "¡Nunca me perdonaré nada si estoy muerto! Disparo listo". "Adelante", dice Uldren. El Supremacía hace un estruendo y el retroceso empuja el hombro de Jolyon. Uldren ni se molesta en comprobar que ha hecho diana. "Has estado conmigo en todas las grandes ocasiones, Jol. No puedo hacerlo sin ti. Además…". Abre la mano para revelar el cartucho expulsado, atrapado en el aire, rápido como una cobra. "Si no lo hacemos, lo harán algunos guardianes, y antes de que te des cuenta, Mara ya los estará invitando a hacer el trabajo de los cuervos". Jol se gira sobre el costado derecho para mirar a Uldren. El Maestro de Cuervos muestra su sonrisa más encantadora; Jolyon Till el Raquis entrecierra los ojos y suelta el cargador con una mano. Uldren lo coge. "Te pareces mucho a tu hermana", suspira Jolyon, "solo que cuando ella juega sucio, no sonríe tanto". "Yo heredé toda la simpatía de la familia". Uldren espera pacientemente a que Jol manipule el proyectil y extraiga la bala de la cámara. Normalmente gana este jueguecito, normalmente, pero a veces Jol lo sorprende. "Nadie ha estado nunca dentro del Jardín. Imagina lo que encontraremos". "¿Horrores sin nombre?". "¡Ninguno tiene nombre hasta que alguien se lo da, Jol! ¡Nadie ha estado nunca! ¿No es emocionante?". "No. Porque tu hermana lo ha prohibido, Uldren". "Por eso", dice, alegre, "sé que vale la pena hacerlo". Y porque los insomnes se entusiasmarán con otra historia en la que se salva por los pelos. Mara nunca ha entendido realmente lo mucho que significan los héroes para la gente. Una reina es algo indispensable; pero un héroe, bueno, sabes lo que quiere, cuándo ha perdido, cuándo ha ganado.

La longitud de una cadena | Parte II
Historia
Su marcha debe ser secreta. "Nadie aparecerá", asegura a Jol. "Nos escaparemos en el cénit. ¡Para cuando se den cuenta, ya estaremos aterrizando en la Bahía del Meridiano!". "Eres de una chulería insoportable", dice Jol, "y para cuando lleguemos, toda la ciudad sabrá que tramas algo". "De eso nada". Cuando emprenden el camino a su nave, se encuentran las avenidas y las galerías atestadas de multitud de fans y seguidores de Uldren vitoreando. Él saluda y saluda, se gira, sonríe, de mejor humor que el que tal vez nunca vuelva a tener. Y si hay una pequeña sombra en su ánimo es el miedo y la certeza de que esta gente lo ama solo por su cercanía a la reina. ¿Se preguntan alguna vez por qué desafía constantemente sus normas? ¿Por qué se aventura siempre tan lejos de ella? Quiere la aprobación de su hermana. Él lo sabe y lo acepta. Pero quiere su aprobación por algo que ella no esperaba, que no planeaba y preveía, y que no tenía en cuenta: quiere que ella le dé las gracias sorprendida. Si te alejas de alguien para probar la longitud de tu cadena, no puedes saber lo larga que es hasta que se queda corta. ¿Tiene eso sentido? Uldren cree que sí. Uldren teme que sí. O es completamente libre de su hermana (libre de elegir estar a su lado, de elegir por voluntad propia), o la cadena es más larga de cuanto él ha logrado recorrer.

A las puertas | Parte I
Historia
Dale a Uldren Sov la oportunidad de atormentar a un guardián y la aprovechará antes de que puedas gritar "Rasputín disparó al Viajero", una opinión que introduce en las mentes de los guardianes siempre que puede. Odia a los tábanos del Viajero como cualquiera odiaría a un bebé semidiós con moralidad de libro de colorear y a un pisapapeles quejica e ignorante; son hipócritas, engreídos, unos instrumentos intrusivos y crueles en un sistema que no necesitan comprender. Eso es lo que más odia: la capacidad para moverse por el mundo sin preocuparse de cómo funciona. Así que ha hecho a los guardianes todo lo imaginable: acribillarlos a tiros, derribarlos, enviarlos a misiones suicidas, zambullir a sus Espectros en el selenofenol más apestoso que existe, taladrar agujeros para enterrar sus deleznables balizas de patrulla en roca sólida, engañarlos para que desmonten armas poderosas… Pero cada vez que se ve envuelto en un tiroteo, se pregunta qué se debe sentir al hacerlo sin ningún miedo. "¡Jolyon!", sisea, mientras el goblin de abajo le lanza otra granada de azote. "Jolyon, ¿dónde estás?". Nada. La detonación de la granada revienta los oídos de Uldren y le mete tanto ozono por los orificios nasales que lo hace estornudar. El goblin dispara al estornudo. Fragmentos vidriosos de arena fundida rebotan en su cobertura y se hacen añicos en explosiones en el aire siseante. Está a trescientos metros cuesta arriba. Los guardianes, los cabal blindados y los impasibles vex pueden luchar a quemarropa; los meros mortales se mantienen rezagados desde donde apenas ven a sus objetivos. Lo que hace temibles a los vex es que se teletransportan. Uldren no está seguro de si en realidad son diez goblins o solo uno el que lo mantiene agazapado. Una bala pasa a su lado.

A las puertas | Parte II
Historia
Fluido radiolario salpica sobre la arena. "Lo tengo", transmite Jolyon con voz entrecortada, "pero estoy seguro de que también me tienen a mí". La confirmación llega en forma de una lluvia de proyectiles de mortero cabal, municiones inteligentes que acuden al sonido del disparo del fusil. Normalmente, los cabal no las desperdician contra los vex. Algún centurión debe de tener mucho interés en usar sus juguetes con un objetivo que no se puede teletransportar. Uldren respira aliviado cuando Jolyon acciona su interruptor de transmisión para indicar que está bien. Uldren se levanta jadeante. Alcanza a ver la puerta del Jardín. Todo el mundo sabe dónde está, lo difícil es entrar… El aire se enturbia. Una agitada nube de vacío inestable le tapa la vista, y luego, en un estallido de descarga, un minotauro vex cobra existencia a toda carrera. Uldren suelta una obscenidad, lanza una granada de interferencias y huye. "Debe de haber una forma mejor de hacer esto", jadea. "¿Alguna idea?". "Solo la que no te gusta. Atravesar la puerta con una nave que llegue a Mach 20". "¡Pero no está activa! ¡Aunque lográramos sortear las armas cabal, tendremos que engañar a los vex para que la abran!". "Eso significa matar a un celador solo con nuestras armas personales…". "No, para nada", resuella Uldren. "Tengo una idea estupenda". Uldren vive para esto. Pasar junto a la muerte rozándola, tocar sus bigotes, alejarse de un salto de esas fauces dentudas. "Corta el contacto. Ahora necesitamos sigilo. Luego necesitamos dar con unos blancos desafortunados…".

A través de la puerta
Historia
Se arrastran boca abajo por el desierto marciano como gusanos. Los ponchos de camuflaje activo difuminan sus contornos. Las cosechadoras cabal itinerantes gruñen en el horizonte. Durante las últimas ocho horas, Jolyon ha estado eliminando infantería cabal con su fusil, huyendo de la erupción de disparos automáticos de contraataque. Uldren ha escuchado en redes bélicas descifradas cómo solicitaban y desplegaban armas más potentes. La máquina de guerra está ahora inflamada, hinchada de indignación. Jolyon le toca el tobillo a Uldren. Las yemas de los dedos martillean un código. ¿A qué distancia? "Cincuenta metros", susurra Uldren. "Si los vex saben que estamos aquí, no han…". El aire retumba. Gemidos subsónicos de poder se revuelven en la arena. Algo poderoso despierta sobre ellos. "Da igual", murmura Uldren. Ahora los vex han reaccionado. Se quita el poncho, alzándose con revólver y granada de desviación en los puños, retando a gritos. Sobresaliendo del desierto marciano ante ellos se alza el aro inclinado y robusto que indica la entrada del Jardín Negro, lo bastante enorme como para tragarse un esquife de los caídos. Vibra con energía infinita. De esa apertura emerge la silueta gigantesca de un celador vex, metal y mente chocando entre sí, autoensamblable, listo para defender este lugar secreto. Los vex nacen aquí, en sentido bautismal: son consagrados al servicio de algún terrible propósito que las máquinas han encontrado dentro. "¡Eh, grandullón!", grita Uldren. "¡Por aquí!". Con una calma muy estudiada, Jolyon Till el Raquis empieza a disparar su fusil directamente al cielo. Los estallidos de los enormes cartuchos del Supremacía se oyen por las dunas. El celador se eleva imponentemente sobre ellos. Uldren grita y lanza una ráfaga de disparos en la arena a los pies del gigante. "¿Me concede este baile?", grita. "¿Qué tal se te da el juego de pies?". Dentro de la entidad vex hay potentes algoritmos que construyen un modelo de este lugar meramente temporal, que calculan la amenaza potencial, que sopesan la utilidad de la descarga de las armas contra el beneficio que esa fuerza puede procurar en otra parte. Este cálculo es el único motivo por el que Uldren sigue vivo. El micrófono de hueso sintonizado a los canales tácticos cabal despierta en la garganta de Uldren. Han localizado el sonido del fusil de Jolyon y están respondiendo. Grita al gigante vex y empieza a moverse. "¡Va a llover en Marte! ¡Ya es la estación del monzón en la Bahía del Meridiano! ¿Has visto el pronóstico?". Coge a Jol de la mano y tira. Juntos corren hacia el celador y su carga. La máquina vex debe de saber lo que se avecina, pero tiene que sopesar la certeza de los cabal contra la diminuta posibilidad de que estas motas microbióticas se cuelen por la puerta. El celador levanta un arma para aniquilarlos. Se deslizan hasta el umbral de la puerta y Uldren activa la granada de desviación con tanta fuerza que casi se rompe el pulgar. Una esfera perfecta de espacio-tiempo topológicamente defectuoso cobra existencia a su alrededor con un destello. Sostiene a Jolyon cerca de él y, juntos, calman su respiración. La barrera es impenetrable, pero no aguantará mucho. Hasta entonces, el aire respirable es limitado. Fuera, toda la furia de un transporte de flota cabal cae sobre el celador. Para cuando se debilita la barrera, el celador ya está muerto y Uldren y Jolyon ya no están en Marte.

En el jardín
Historia
Uldren y Jolyon se acurrucan juntos, tiritando bajo un toldo de lenguas blancas. La lluvia cae a chorros. Uldren no logra determinar de dónde procede exactamente… ¿De algún punto de la neblina verde? Pero la lluvia cae y cae; y Jolyon y él levantan la cabeza para beber, aquí al fondo de una sima entre dos campos de flores, donde la superficie inmaculada del Jardín se divide en hedor tropical. "Aquí crece de todo", murmura Jolyon. "Mírate las uñas". Uldren examina su mano. Tiene una imagen espantosa de sus uñas desarrollándose en estrechos rizos curvados hacia abajo que vuelven sobre los dedos para completar un repugnante circuito hasta la raíz. Es horrible y al mismo tiempo maravilloso, de una forma transgresora, de una nueva forma que grita como un recién nacido. Le habla de cosas nuevas y secretas que ocurren aquí. "Están sucias", dice, "pero confío en que me perdonarás por ello. La lluvia no cesa. ¿Vamos?". "Sí". Jolyon se levanta agarrándose de un puñado de enredaderas. Tratan de enrollarse en su muñeca. Dientes diminutos con forma de letras sierran su piel. Se queda mirándolos, empieza a decir algo y saca el brazo de un tirón. "¿Estás bien?". "Por ahora", dice Jolyon entre dientes. "Por ahora". Descienden por todo el trecho de la sima, con neblina verde arremolinándose en lo alto, metidos hasta los tobillos en un compost húmedo de pétalos de flores y tierra negra fértil. Escarabajos anchos y planos con cuernos arqueados luchan en la tierra. Uldren pone uno boca arriba. El escarabajo no tiene interior: visto desde abajo, es solo un caparazón hueco. Jolyon arranca un helecho, y sus raíces son los hilos metálicos bifurcados de una tarjeta de circuitos. Cosas diminutas que se retuercen y tienen forma de microchips mojados trabajan en el suelo expuesto. "No me gusta este lugar", susurra Jolyon. "Deberíamos volver a la superficie…". Se refiere a la superficie del Jardín, los cuidados sectores de flores rojas que se extienden hasta una colina lejana. Pero el ambiente es demasiado vex por ahí arriba, piensa Uldren. Han estado aquí haciendo jardinería, removiendo la tierra, levantando muros, construyendo sus antiguas obras de piedra y luz. Tratando de domesticar este lugar. "Es la vida", respira. "Tienes razón, Jol. Aquí crece de todo…". No puede dejar que maten este lugar. No puede dejar que lo saqueen y lo echen abajo como todo lo demás que no encaja en los estrictos dogmas binarios de los guerreros zombis del Viajero. El entusiasmo se apodera de él y corre hacia delante, chapoteando en el barro, riéndose en voz alta. "Uldren", grita Jolyon detrás de él, "¿qué estás buscando?". "¡No lo sé!", exclama él en respuesta. "¡Eso es lo que resulta tan increíble! ¡No puedo saberlo!".

De caza
Historia
Rastrean al último soldado cabal desde el lugar de la matanza, por los campos de flores, siguiendo el goteo del aceite oscuro que escapa del torniquete de presión del legionario herido. Uldren se mueve con rabia fría y brutal. Guerra aquí, en el Jardín. Guerra mezquina, despreciable, traída a este lugar por una torpe expedición cabal. Se merecían lo que obtuvieron. El Jardín sabe cuidarse él solito, ¿verdad? Hay que dejar que evolucionen sus frutos secretos… El terreno desciende. Las flores rojas dejan paso a hierba baja y entrelazada. El viento susurra… palabras suaves, frases con una sintaxis casi primitiva, una cadencia casi musical. "Intrusión cerebral", susurra Jolyon, temeroso de infectarse de una idea contagiosa. "Deberíamos…". Pero su voz se va apagando mientras Uldren avanza, desciende por un valle bajo, se cuela fácilmente entre los matorrales enmarañados. Vex. Hay vex, decenas de goblins y minotauros, quietos como estatuas y cubiertos de musgo, en un círculo como si fuera una especie de Stonehenge robótico. Cantan con notas débiles y espectrales de claridad inhumana. Uldren sabe lo que debe de ser este sitio. El legionario cabal se acurruca detrás de una piedra. Uldren avanza sigilosamente. Para cuando ese ser jadeante y herido se da cuenta de su presencia, ya tiene un cuchillo apretado contra su casco, justo encima de la hendidura de los labios y los tejidos blandos de abajo. "No te muevas", le dice en ulurant. "No hables. Este cuchillo tiene afilado atómico". "Se nota", gruñe el legionario en su lengua materna. "Lo tengo delante de los ojos. Prácticamente me está afeitando". "¿Sabes dónde estás?". "En el peor sitio al que puede ir alguien". "Eso lo dices porque no puedes oler el aire", dice Uldren. "Es dulce. Como polen y trueno. ¿Por qué has venido aquí?". "No por elección propia, señor. Los robots de savia nos secuestraron". Los susurros han adoptado un cierto aire de la gramática ulurant, confirmando las sospechas de Uldren. En este lugar distintos patrones abstractos luchan por la supervivencia, combaten por propagarse a costa de los demás. Los vex están cantando para ver cómo el Jardín cambia su canción, e incluso esta conversación ha fertilizado el aire. "¿Por qué están aquí? ¿Qué es lo que quieren?". "Vienen a rezar, señor. Ellos mismos se convierten en recipientes. Son lo peor que se haya visto nunca, señor. Odian la existencia". "¿Cómo sabes eso?". "Oh, por las semillas, señor", dice el legionario. "¿Las ves?". Y sin vacilar ni pensárselo dos veces, aprieta el bloqueo de emergencia médica de su casco. El sello de presión se rompe y un aro de gel negro se pulveriza con un siseo. El legionario se inclina hacia delante. El casco se le cae sobre su amplio regazo. Bajo la capa de gel, toda la superficie de su cráneo tiene una textura picada como de una fresa. Miles de semillas diminutas relucen en la carne del cabal. Uldren frota la piel fascinado. "Uldren", transmite Jolyon, "no me gusta nada la expresión de tu cara". "Este lugar tiene secretos", contesta el príncipe en un murmullo. El micrófono de hueso se nota frío e inorgánico, mal adaptado a su carne, en comparación con las cálidas y apretadas muescas del cráneo deformado del legionario. "Tantos secretos… que crecieron en él, Jolyon. El Jardín cultivó sus secretos en él". "¿A quién le importa?", zanja Jolyon. "Alteza, tenemos que salir de aquí. ¡Antes de que nos pase a nosotros lo mismo que a ellos!". Le dan miedo los secretos, entiende Uldren. Lo desconocido lo aterra. Lo cual es muy sensato. Muy racional. La actitud de un buen explorador, un buen soldado, un superviviente. Pero Uldren no puede dejar de imaginarse lo pasmada que se quedaría Mara en este lugar. ¿Y si pudiera traerla aquí? ¿Y si pudieran explorar juntos este lugar?

Tras el corazón | Parte I
Historia
"Mara, te he traído flores". El séquito de la reina va a recibir a Uldren. Ojos asombrados alternan entre su cara, sus heridas y la maceta de flores que trae en las manos. Algunos ven a un loco y buscan sus armas antes de recordar que este es Uldren Sov, príncipe de los insomnes, beneficiario de una indulgencia ilimitada por parte de la reina. "Se llaman asfódelos". Se arrodilla y los ofrece a su hermana. "Solo crecían en el Jardín Negro… hasta hoy. Los plantaremos aquí, en nuestros dominios, donde sé que echarán raíces y crecerán bien. Recordaré a la gente nuestra doble herencia". Por un terrible momento, Mara es impenetrable. Luego sonríe y le invita con un gesto a acercarse. "Nuestro hermano ha llegado al Jardín Negro y ha vuelto con nosotros. Adelante". Arranca un único pétalo de la flor y lo deposita sobre la yema de su dedo. Lo sostiene bajo la luz. "Magnífico. Illyn, encárgate de ello". Entrega la maceta. Uldren se traga la protesta. Esperaba que las plantara ella misma. Después, en privado, permanece callada e inmóvil. Él le cuenta todo lo que recuerda. "¿Viste el corazón?", pregunta ella con suavidad.

Tras el corazón | Parte II
Historia
"El corazón…". Uldren considera la pregunta de su hermana. Al rato, sus recuerdos se vuelven confusos. Estaba corriendo por una arboleda espinosa, y las ramas y los pinchos le rasgaban las mejillas. Enormes frutos húmedos golpeaban sus hombros y detonaban en una pulpa demasiado madura. Frutos con forma de Espectros pesados e hinchados. Estaba agazapado con Jolyon bajo una densa telaraña, conteniendo el aliento, mientras fuera escuchaban voces discutir. El latido de su corazón… ¿era el latido de su corazón? ¿O el de otro? Estaba en un bloque de apartamentos. Eso lo recuerda. Estaba sentado en el cuarto de la colada, un sitio con un suelo de baldosas blancas y negras, viendo a sus cuervos dar vueltas y vueltas en la secadora, las plumas negras giraban, los picos repiqueteaban. En una bañera a su izquierda, una cabal grande y anciana se frotaba la espalda con un cepillo de alambre. Un goblin vex con la cara de Alis Li en el estómago estaba de pie tras el mostrador, vendiendo detergente. "Uldren", dijo, "tienes un agujero". La cabal asintió con un gruño. Él bajó los ojos para mirarse y tenía un agujero en la mano, negro y perfectamente redondo. A su secadora se le había acabado el tiempo, pero sus cuervos seguían mojados. "Uldren". Mara lo sacudía. Normalmente no tocaba a nadie. "¿Viste el corazón?". Parece la cosa más natural del mundo que un jardín tenga corazón. "Los vex infestan el lugar", dice él. "Les da algo que desean. Los hace… crecer hasta lo que quieren ser". "No has contestado a la pregunta", dice Mara fríamente. Es una observación totalmente sensata. Es la cosa más rara que Uldren le ha oído decir nunca. "Sea cual sea el corazón de ese lugar", dice, midiendo sus palabras, "es una semilla, creo, una semilla depositada para que crezca. Como un… un nodo de lumen. O…". La idea le impacta como un rayo. "O un cable trampa. Un cebo para atraer a los que buscan y destruyen lo que no entienden". Un cebo para guardianes. Un cebo, otro objetivo más en la recuperación del Viajero. "Te dije que nunca fueras allí", dice Mara. Le arden los ojos. Se ata la capa. "¿Sigues siendo mi vasallo?". "Hermana", dice él, "claro que sí". "Y sin embargo, me desafías". Sí, piensa Uldren. Sí, ¿no son lo mismo ambas cosas? ¿Cómo te va a importar algo que nunca te sorprende? De pronto, se siente totalmente solo.

Jolyon
Historia
Cuando ve a Jolyon en el arsenal, la conciencia de su increíblemente desconsiderada y vergonzosa actitud provoca en Uldren un ahogado grito de horror. "Hola", le dice bruscamente. No está seguro de cómo disculparse. No ha hablado con Jolyon desde que volvieron del Jardín. No habló a la reina en favor de Jolyon ni lo elogió por su valor, ni siquiera le preguntó si dormía bien después de… después de todo. Se había olvidado de él. "Hola", dice Jolyon, sin levantar la mirada. "Ayer no estuviste en el campo de tiro". "Oh, no te hace falta ningún observador", dice Uldren, tratando de bromear. Pero suena sin gracia y despectivo. "He estado, eh…". Soñando. Tomando nota de sus sueños. Escudriñando febrilmente las bibliotecas originarias para poder confirmar que lo que su corazón desea tan desesperadamente que sea cierto. El futuro de los insomnes podría estar en ese Jardín. Hay una fuente de Luz en la Tierra, una baliza cegadora que no hará sino hacerse aún más brillante. Los insomnes no sobrevivirán, no tal como son; la visión de Mara y la verdad de sus orígenes se perderán, diluidas en la filosofía anodina de esos ideólogos nacidos en la Ciudad. Los guardianes matarán todo lo que se encuentren. ¿Y si el Jardín es la antítesis del Viajero? ¿Y si los insomnes pueden encontrar en ese Jardín un nuevo lugar de equilibrio, un equipotencial entre la Oscuridad y la Luz? A medida que la luz se hace más brillante, las sombras se vuelven más oscuras… Jolyon está diciendo algo. "Lo siento", gruñe Uldren, jugando con el revólver. "¿Qué decías?". "He dicho que deberíamos hablar sobre lo que pasó". "¡Sí!". Ahora se da cuenta del miedo que tenía a que Jolyon no viera la importancia del lugar. Repugnancia y temor, sí, respuestas naturales, pero debía ir más allá. "Sí, tenemos que dejar constancia de todas nuestras observaciones antes de que se dispersen. Debería haberte preguntado antes…". "Uldren, no quiero que nadie sepa lo que vimos". "Oh". Esto aviva una pequeña hoguera de calidez en su interior. "Por supuesto. Nadie más tiene que saberlo. Nuestros secretos compartidos, ¿no?". "Ojalá no recordara lo que vi", dice Jolyon, manoseando el percutor de su fusil. Cae al suelo con un sordo repique y se mete rodando bajo su banco. No va a por él. "Y yo no guardo secretos". Uldren piensa en esto un momento. La profunda verdad que hay en ello lo golpea como un viento frío. "No, ¿verdad?". Jolyon sabe exactamente dónde nació, en qué linaje. Sus capacidades como tirador son de dominio público. Como uno de los cuervos de Uldren, vuela en peligrosas misiones de vigilancia, pero no es un agente encubierto. Uldren lo sabe… todo sobre él. "¿Irás mañana al campo de tiro?", pregunta Jolyon con un tono demasiado despreocupado. "He pensado que podríamos vaciar unos cuantos cargadores". "Mañana, no", dice Uldren. "Tengo trabajo que hacer". Ya está intentando imaginar cómo reaccionaría Mara si intentara usar la Máquina del Oráculo en el Jardín. Las cosas que podría descubrir… las cosas que ella seguro que querrá saber…

Tras la caída
Historia
Ella ya no está. Él ahora vive en un estado de perpetua aprensión. Odia el futuro, porque lo teme; teme su vacío, y no puede imaginarse una eternidad solitaria sin ella. Al acercarse tambaleante al borde de un abismo marciano, siente que el fondo lo llama, le suplica que se reúna con ella. Que acabe con todo. El calor del lugar lo empapa de sudor. Lleva a la espalda el chasis muerto de uno de sus viejos drones cuervo y nota que le comprime las costillas, presiona sus pulmones contra el esternón y expulsa el aire que le queda. Necesita el dron para arreglar su nave. Otra vez. Debe irse de Marte. Debe empezar a buscarla. El peso del dron cuervo lo hace caer sobre las manos y las rodillas. La vista le da vueltas, estrellas y heraldos brillantes elevándose por el plano de anillos y un muro de luz terrible, y ve el momento en que el Acorazado le arrebató todo, el momento en que su hermana se quedó sin planes secretos para siempre, de forma absoluta y completa. Ese instante en que todo el sonido cesó y él gritó desesperado y aun así, pese a la súplica de su alma de morir con ella, alcanzó el escudo de desviación que le salvó la vida. Se arrastra hasta que puede descansar a la sombra de un bloque vex muerto. Se estrelló en las islas Candor, no muy lejos de la puerta del Jardín. El lugar donde vio otro camino para los insomnes. ¿Por qué Mara nunca aceptó su invitación? La ha estado oyendo. Alucinaciones por la sed, sin duda. Pero está ese zumbido, ese susurro, ese estremecimiento de luz estelar en su cráneo… Una bandada de drones cuervo encontraron el lugar del accidente y repararon su caza. Iba a medio camino de la velocidad orbital cuando un cañón cabal lo arrancó del cielo e hizo que se estrellara en la cuenca de Hellas. Ahora sus cuervos están muertos y es probable que el caza ya no tenga remedio. Y su hermana ya no está. Su hermana YA NO ESTÁ. Y él la siguió y toda la gente de Uldren la siguió porque todos ellos estaban seguros de que tenía un PLAN, ella siempre tenía un PLAN mejor que simplemente MORIR A MILLARES POR UNA CIUDAD QUE NO IMPORTA A NADIE. Debería irse a casa. Debería irse a casa. Si logra encontrar un camino. Pero ¿tendrá fuerzas para ello? No puede ser el campeón que ellos amaron. No puede restaurar su fe en el propósito de los insomnes, ni en los designios de su hermana. Él ya no cree. Ahora este mundo es un cadáver. Las cicatrices del paso de los guardianes. Fortalezas cabal que apestan a putrefacción, sembradas de carne, huesos y armaduras rotas. Los chasis destrozados de vex esparcidos por la arena. Un lugar de muerte, muerte y guerra, una guerra que se inclina en el punto de apoyo del Viajero, provocada por las marionetas de dicho Viajero, ese punto de apoyo de la guerra. Tiene algo en el ojo. Parpadea y parpadea tratando de quitárselo, y al hacerlo, se esfuerza por oírla, por sentir ese picor de la luz estelar bajo la piel. Ella le dirá que va por el buen camino. Ella le dirá que está viva. Pero él no siente nada.

Reyes
Historia
Cuando al fin lo arrastran ante el kell, ya ha sido transformado por semanas de maltrato, palizas, carreras forzadas y condiciones propias de un establo, hasta ser un hombre feliz. El poderoso kell de los reyes le dice, de forma clara pero no concisa, lo que piensa de él. Príncipe Uldren de una casa arruinada, menor de dos hermanos, vencido por Skolas, cegado por Variks menos-que-escoria, desperdiciador de flotas, último de la nobleza insomne, último de su clase. Cuando Uldren alza hacia él la mirada, ni siquiera necesita decir la verdad. El kell de los reyes ha nombrado a Uldren, y al hacerlo, se ha nombrado a sí mismo. El gobernante roto de una casa rota. El último kell. "Puedes hacer lo que yo no puedo", le dice el kell a Uldren. "Estás roto y vapuleado. No tienes orgullo, así que no perderás nada cuando dé la orden que se debe dar. Es el ocaso de los caídos, y debemos dejar los estandartes". Y bajo los gruñidos y rugidos de protesta de su corte, el kell de los reyes se arrodilla ante Uldren. "Me inclino ante ti", dice, "pues en tu caída y desgracia soportas la debilidad que nosotros no podemos. Dirás a los elixni que rompan sus estandartes. Les dirás que todos debemos rendirnos los unos a los otros. Debemos abandonar nuestras rivalidades, o no sobreviviremos. ¿Harás esto por un pueblo moribundo, príncipe de otros?". Lo hará. Obtendrá soldados, y naves, y recursos para empezar la búsqueda. Los encontró, él mismo, arriesgándolo todo y sobreviviendo. Como hace siempre. La siente en su corazón. Ella sigue estando ahí fuera. Necesita a Uldren más que nunca. En el foso del sufrimiento de Uldren, la voz de ella le llegó claramente, como aquella vez que se le apareció mientras lo machacaban en una pelea a gravedad cero. Está ahí fuera esperándolo, y todo irá bien. Ahí estará él para recibirla. Todo irá bien.

Fanático | Parte I
Historia
Lleva callada demasiado tiempo. Todo el sistema solar gime con las magulladuras de la guerra. Uldren vive en constante sufrimiento, un dolor sordo e insistente que lo lleva al éter y a peores distracciones. Él nunca ha sentido la Luz con tanta fuerza. Nunca ha sentido un dolor tan profundo. ¿Cuántos siglos ha pasado con su hermana? Y qué rápido se ha desintegrado sin ella… ¿Por qué no le habla? El Arrecife arde a su alrededor. Asteroides destrozados y hábitats rotos esparcen escombros brillantes. No hay nada tan inhóspito y brillante como los restos de la destrucción iluminados por el sol en el vacío. El Arrecife es enorme, gigantesco, pero también es denso, con sus estructuras y su gente reunidas en cúmulos apretados contra la inmensidad del espacio. Oryx y la Legión Roja abrieron grandes agujeros en el Arrecife. Oh, si al menos Uldren le hubiera dicho a Petra que la Legión rota de Trau'ug era un caballo de Troya; pero Uldren no tiene nada que dar a una "regente" que entrega su pueblo al Viajero. Siempre ha querido la aprobación de Mara, la pequeña Petra. Siempre ha querido congraciarse. Pero nunca ha comprendido lo que Mara respeta; nunca ha estado dispuesta a tomar el difícil camino de ganarse la confianza de Mara. Por eso Mara no habla con Petra. Pero Mara tampoco ha estado hablando con Uldren. Uldren le da una patada al maltrecho casco de la corbeta. Él y los Reyes han estado asaltando el cinturón de asteroides, expulsando las naves que se dirigían a la Tierra, tratando de desestabilizar aún más el Arrecife. Uldren ha matado a sus propios súbditos, y al principio eso lo dejaba atormentado por la culpa, acurrucado en el austero cuartucho donde duerme. Pero ¿no condujo Mara a la muerte a miles de sus súbditos por un bien superior que seguía siendo una incógnita? ¿No es esto lo mismo? Siempre estuvo dispuesta a llevar a su gente al altar. Los insomnes son peones en sus designios. De Uldren depende retomarlos. "¡Mara!", grita a lo alto hacia la luz estelar. Ha llegado demasiado lejos para suplicar ahora. Ha hecho demasiado. Le exige una respuesta: "No estoy enfadado. Te perdono por… por sacrificarte para salvarlos. ¡Pero ahora debes contestarme! ¿Voy por el buen camino? ¿Estoy más cerca de encontrarte?". Tiene a la Casa de los Reyes como aliados. Sus incursiones en el Arrecife han obligado a Petra a retirarse, a consolidar fuerzas, a centrarse en proteger a sus ciudadanos en lugar de colaborar con los guardianes. Pero ¿está él más cerca de Mara? ¿Ha… puede confiar en sí mismo para hacer esto? Lo único que quería era sorprender a Mara. Hacer que recalculara sus planes. Pero lo ayudaría mucho saber que ella previó algo de esto, estar seguro de que va bien encaminado… "¡Mara!", grita, parpadeando contra el dolor persistente de su ojo derecho. "Hermana, ¿es que me has abandonado?". ¡Algo le responde!

Fanático | Parte II
Historia
Un simple susurro, un simple roce de consuelo, un simple temblor: … Uldren, mi salvador… Sigue esa voz. La violencia de los propulsores le magulla el cuerpo. Desciende desde la corbeta tambaleante hasta el asteroide atado de abajo, donde sirvientes destrozados y restos de aguijones son testigos de una batalla perdida: guardianes cazando por sorpresa a un grupo de caídos. Los quimiorreceptores de su traje detectan un rastro de éter. Lo sigue al interior. Y ahí está. Un arconte caído, encogido en el polvo. El éter sisea por las heridas de entrada y salida cauterizadas por brutales llamas solares: la marca del Arma dorada. Uldren resopla de disgusto mientras rastrea las huellas de los guardianes en el polvo. Deben de haber salido corriendo juntos precipitadamente, sin duda para saquear otro sitio donde los esquifes llevaran sus equipos de minería. Evalúa las heridas del arconte. Son mortales. La víctima se está sacudiendo; tiembla en manos de Uldren. Está tan desesperado por hacer algo, lo que sea, con tal de aliviar el fin del pobre soldado. Tener el poder que algunos dicen que tenía su hermana, de salvar solo por la proximidad… ¿Eso desea? ¿Desea salvar a este pobre desgraciado? ¡Sí! Sus ojos arden con lágrimas de simpatía mientras se esfuerza por vendar las heridas del arconte. Sus manos son rápidas y amables, y llora con la fuerza de su odio por los guardianes que hicieron esto. A medida que las lágrimas manchan las heridas del arconte, el éter que se agita por los dedos de Uldren se va volviendo lentamente más pesado, más oscuro, más nocivo. No se da cuenta. Al fin, se echa hacia atrás para frotarse los nudillos por los ojos; doloridos, siempre están tan doloridos. Bajo el casco sin marcar, cuatro ojos muertos se abren asombrados. El arconte gruñe una palabra, el último fragmento de una alucinación moribunda, llamando a quien quería que lo recibiera en el más allá: "¿Papá?".

La ruptura
Historia
Ha llegado a la conclusión de que ya no importa si no sabe qué hacer o si está haciendo lo correcto. Lo que importa es lo que quiere. Si quiere encontrar a Mara y salvarla, si quiere hacer lo correcto con firmeza necesaria, si sus intenciones son buenas y poderosas, hallará el camino; solo tiene que creer en sí mismo. Basta de análisis paralizantes, basta de dolorosos remordimientos: tiene que seguir adelante sin dudar más. Los insomnes son una hermosa creación. Debe mantenerlos a salvo. Los secretos están a salvo. "¿Hermana?", pregunta a la pared de su cuarto. Últimamente, entre brotes de euforia, ha estado durmiendo demasiado. A veces tarda una hora en ponerse en pie, y otra hora en decidirse a ponerse la armadura. ¿La vida no era fácil antes? ¿No podía hacer cosas solo con desear hacerlas? Había perdido la chispa, la chispa de la posibilidad de la confianza de Mara. Necesita recuperarla. Vuelve a casa, le dice la pared. Es hora de volver a casa y tomar tu corona… Se levanta de un salto. ¡Sí! Quiere algo otra vez, quiere algo más que quedarse aquí tirado; quiere dar la cara ante su pueblo insomne. Quiere oír a su pueblo darle la bienvenida, quiere dar un discurso aceptando el trono, quiere aterrar y conmover a su pueblo con la fiereza de su necesidad de salvar a Mara. Los insomnes han sobrevivido mucho tiempo. Les dirá que ya no necesitan sobrevivir; que el fin está cerca, el fin del largo plan. Va al puente del queche. "¿Qué noticias hay del Arrecife?", dice con rudeza. Un aguijón transmite el sonido a sus oídos. La voz de Petra. Petra, la que se atreve a tratar de sustituir lo que no necesita sustitución. "Cayde, los objetivos están ahora en el cráter. Mis escuadras están en posición de bloqueo. Llama a quienquiera que tengas". Guardianes. Petra y los guardianes trabajando juntos. ¿Quiso esto Mara alguna vez? Uldren cree que no. ¿Es posible que llegue demasiado tarde? ¿Que los insomnes… ya no sean insomnes? ¿Adormecidos, por la ausencia de su hermana, en el trance del Viajero…? "Fija un rumbo al puesto de Vesta", espeta, frotándose los ojos. "Prepara esquifes para una inserción camuflada. Pondremos fin a Petr…". "¿Qué estás haciendo?", le ruge en el oído un capitán de los Reyes. "La Casa de los Reyes está muy satisfecha con el estado de la heredad de los insomnes. Y si interferimos, atraeremos ciertamente a los guardianes…". Insubordinación. Ella nunca habría tolerado esto. "Ah", dice Uldren, con cuidado de mantener un tono suave. "Sí. Por supuesto". Le vuelve el picor de los ojos, y descubre que tiene un nuevo deseo. Algo nuevo que quiere intensamente.

Fikrul
Historia
El arconte que salvó se llama Fikrul y adora a Uldren como a un padre y a un dios. Uldren entiende ahora lo que los unió. Los dos ven un futuro para su pueblo roto… un futuro que no se puede obtener mirando atrás. Fikrul le cuenta a Uldren la parálisis que les ha producido su dependencia de las máquinas; cómo se han aferrado a la tradición en vez de lanzarse al abismo en busca del renacimiento como nueva especie mediante la extinción. "Yo me siento igual", le dice Uldren a Fikrul, tallando una diminuta maqueta del galeote a partir de un lingote de acero. "Decimos que existimos en la delgada línea entre la Oscuridad y la Luz, Fikrul. Pero mi pueblo siempre se ha extraviado fácilmente". "¿Qué futuro ves para los insomnes?", le pregunta Fikrul. ¿Qué futuro? ¿Después de encontrar y salvar a Mara? Se da cuenta de que no le importa. Ha pasado tantos siglos acechando el perímetro de la sociedad insomne, combatiendo contrincantes, espiando, tendiendo emboscadas, haciendo el trabajo sucio de Mara… Nada tiene valor si no está relacionado con las maquinaciones de Mara. Ni siquiera él mismo. "Por mí, se pueden morir", dice, con una brutalidad que nunca había esperado de sí mismo. ¿No quería salvar a su gente? No, no. Mara estaba dispuesta a destruirlos por lograr sus fines; los insomnes no tienen valor en absoluto excepto al servicio de sus designios. "Si alguna parte de ellos sobrevive… será la parte que lo merece". ¿Desea la extinción de los insomnes? ¿Es eso lo que desea de verdad? "Tenemos trabajo que hacer", le dice a Fikrul. "La Casa de los Reyes se ha vuelto, esto, un inconveniente para mis planes. Deseo…", menea el cuchillo, "liquidarlos". Fikrul levanta bruscamente la mirada de sus propios cuchillos. El éter oscuro borbotea como una neblina alrededor de su cara. "¿Es la hora? ¿Les mostramos ya el futuro?".

Atraque
Historia
"Sin honor, al final", dice el antiguo kell de los reyes con voz entrecortada. "Desleal y falso. La voluntad de tu hermana nos apartó de la gran máquina, Uldren Sov. Retó a los lobos por derecho de noble linaje. Pero tú… te escondes entre las sombras y la mugre. Te ocultas detrás de tus contusiones como un escoria". "Tiene gracia que digas eso", dice Uldren con desdén. Es consciente de su tono despectivo, pero este ser despreciable se lo merece. ¿Qué ansiaba el kell de los reyes más que nada? Volver atrás. Más sirvientes. Más máquinas. Más del pasado. Uldren ve ahora que la extinción es solo el principio: que los huesos de aquello en lo que te conviertes pueden actuar de manera más poderosa que la carne de lo que dejas atrás. "Fikrul". Servidores destrozados y caídos muertos se vislumbran en montículos escarchados por el éter detrás de Fikrul. Avanza en silencio, imponente, horrible, con su tocado cuadriculando la luz del fuego en bloques de sombra y humo. Lleva dos dagas de choque. "Somos los últimos de los nuestros", le dice Uldren al kell. "Mi hermana ya no está. Y tampoco la idea de tu gran máquina. ¿La diferencia entre nosotros?". Se inclina para sisear. "Mi hermana va a volver". Con cuatro rápidos tajos, el arconte de los barones repudiados cercena al kell de los reyes. Uldren desgarra el sello de la Casa de los Reyes del cinturón del nuevo escoria y lo sostiene en alto a la vista de todos. "Los Reyes han muerto". "Larga vida al rey", resuena el reverente rugido de Fikrul.

Petra
Historia
Después de eso, Uldren y Fikrul se separan, por un tiempo. Fikrul pasa a su trabajo sangriento, remodelando la sociedad de los caídos como un martillo remodela una araña… y atrayendo hacia él a ciertos elementos útiles. Uldren reanuda su solitaria búsqueda de Mara. Recuerda una época lejana, explorando con los cuervos, explorando con una joven corsaria que nada deseaba más que ser definida por su ira… Quizá Petra pueda salvarse también. La encuentra en Desembarco de ladrones. ¿Qué está haciendo aquí? Mara nunca se habría plegado a esto, a intercambiar información con un criminal en lo más bajo de… "Quedamos tan pocos", le dice él, y en ese momento, al ver su vergüenza, sabe que ella está ya demasiado lejos. No se puede salvar. Esa noche, llora por Petra. Mara acude a él en la oscuridad. Ha oído su pesar. Él levanta la mirada maravillado: su hermana, enviando su voluntad y sabiduría para cuidar de él. Y entonces sabe que todo irá bien.

Libre | Parte I
Historia
"¡Reconócelo! ¡Reconoce que atrapaste a mi hermana en la Ciudad Onírica!". "No lo hice", dice Illyn. "No está atrapada, Uldren. Está muerta". Uldren ahora sabe la verdad, y quiere enmendar las cosas; lo quiere con tanta fuerza que sabe que nada de lo que haga para lograrlo puede estar equivocado. "Mentiras de bruja", le espeta, lleno de odio. "¡Está viva!". Illyn lo evalúa un rato en silencio. Y a continuación dice: "Sabíamos que vendrías", con un tranquilo tono de desafío. "Estás perdido, Uldren". "Sabías que vendría, pero ¿nunca me buscaste? Mi hermana te arrancaría los ojos por eso". "Tu hermana ya no necesita nada de nosotros, Uldren. Ni siquiera a ti". La rabia es casi suficiente para inducirlo a matarla. Pero sabe que Mara no lo aprobaría. Ella está ahora con él, es sustancial aunque no corpórea, y danza por el rabillo del ojo de Uldren. Estás tan cerca, le susurra ella. Libérame de este sitio, Uldren Sov… "Te has vuelto loco", dice Illyn con repulsiva empatía. "Yo también estuve a punto, cuando me enteré de su muerte. ¿Por qué viajas con esa… cosa? "¿Qué has venido a hacer?". "He venido a terminar", dice Uldren. Trata incluso de sonreír, porque está siendo sincero. Está diciendo la verdad. "Me he dado cuenta de que fui un idiota por intentar sorprenderla. Todos existimos de acuerdo a sus designios, Illyn. Todos actuamos solo por su consentimiento. Voy a salvarla, porque necesita que la salve. Cuando necesite que yo muera, moriré. Y cuando haya completado su gran designio para los insomnes, los insomnes morirán también. Es la recompensa que tanto nos merecemos, pues se lo debemos todo a Mara. Estaría… mal que sobreviviéramos a nuestro propósito. Créeme. La vida sin ella es peor que… peor que…". La emoción le ahoga la voz. No puede describirlo. Por el rabillo del ojo, Mara lo observa con la afligida preocupación y el atento cuidado que él siempre ha deseado de ella. Esa tarde, Uldren se rinde al Arrecife.

Libre | Parte II
Historia
Lo llevan al interior con un equipo de asalto completo, y uno de los francotiradores, uniéndose a Uldren y sus carceleros en el punto de extracción, lo mira directamente a los ojos, como si le hiciera una pregunta. Un hombre alto con un fusil largo. Ojos estrechos e inteligentes. Apuesto. ¿Es…? ¿Quiso Uldren algo de él alguna vez? ¿Algo importante? Uldren se frota los ojos distraídamente mientras lo mira. Frunce el ceño. Pero no consigue averiguarlo. Lo llevan a un discreto muelle de aterrizaje en uno de los niveles inferiores del Presidio de los Ancianos. Cuando se abre su unidad de contención con un silbido, el fulgor y la neblina dibujan la silueta de un exo con brillantes ojos azules y una mujer con el arma desenfundada. Petra en persona. Permanece allí en silencio. Él sabe que ella quiere matarlo. Sabe que quiere que le diga: "Lo has hecho bien". "¿Habla ella contigo?". Sus palabras son bruscas y directas. "¿Qué te dice?". Uldren cierra los ojos y se deja embriagar por la voz de Mara. Uldren está en el corazón de la fuerza de Petra, en la prisión que ha cuidado con tanto esmero mientras todo lo demás se desmoronaba. Está débil y atado. Estas son las fortalezas que su hermana nunca poseyó: la resistencia a la humillación, la supervivencia a la derrota. "Me dice…". Levanta la cabeza para cruzarse con su mirada y la ve estremecerse. Lo mantiene en la mira del arma mientras se retira cuidadosamente, paso a paso. El exo da un paso adelante para cubrirlo con un saco negro. "Me dice…". "Libérame".